martes, 17 de julio de 2012

Explicación de los 9 Niveles de Meditación Shamata






Llamamos meditación a las técnicas de familiarización aplicadas sobre un objeto específico para detener el poder de los engaños. Elegir un punto de concentración y establecer la mente allí sin permitir que divague, que se olvide del objeto, volviéndola a traer constantemente, será el primer trabajo del meditador.
 
A esta primera etapa de nueve se le llama emplazar la mente o aplicación inicial.
 
En el diagrama del monje que asciende por camino de la calma mental, los hábitos monásticos simbolizan la práctica de la virtud para empezar a cultivar la serenidad.

No es necesario ser un monje para practicar meditación o virtud, pero sí mantener ciertos criterios morales universales.
 
Después, mediante la atención y la vigilancia, representadas por un gancho y lazo, el hombre va detrás de su mente intentando domesticar a los dos animales, el elefante y el mono, que representan aquí el sopor o pereza y la agitación.
 
Que el monje vaya tras ellos quiere decir que, en estos primeros niveles, estas dos tendencias se impondrán a la voluntad del practicante. Aquí reconocemos la tendencia indómita de la mente.

Cuando se ha conseguido cierta asiduidad en la técnica y somos capaces de prestar atención al objeto de meditación, reconociendo claramente el sopor y la agitación, nos establecemos en el emplazamiento continuo, que se caracteriza por el constate trabajo de traer la mente al lugar deseado y se vincula con la aplicación sostenida

El fuego del diagrama representa el esfuerzo y la energía necesaria para practicar.

Después, por la práctica del emplazamiento continuo conseguimos descansar más tiempo en el objeto de concentración llegando así al tercer nivel llamado nuevo emplazamiento. Sigue habiendo pensamientos que distraen, pero no perdemos el contacto con el objeto de meditación durante tanto tiempo, por lo que aparece un nuevo enemigo, el orgullo, representado por el conejo, que simboliza también el engaño de creer que has conseguido algún estado superior, cuando no es así. 

El conejito también representa el sopor sutil que nos hace creer que estamos avanzando cuando realmente nos hemos sumergido en un estado de laxitud parecido al del oso cuando inverna o a un Budha de piedra.

En el diagrama, a medida que vamos avanzando, el elefante y el mono van girando la cabeza y cambiando su color y posición, lo que representa que nos vamos haciendo cada vez más conscientes de la técnica.

Durante el recorrido del monje van apareciendo igualmente cinco distracciones de los sentidos representadas por frutos, vinculados al gusto o la comida, una tela, vinculada con el tacto, unos platillos, vinculados al oído, una caracola o incensario, vinculada al olfato y por último un espejo, vinculado a la vista. 

Estos objetos constatan el hecho de que, durante la sesión meditativa, la mente nos intentará distraer con el deseo de espejismos que satisfagan los sentidos.  

Ahora, aunque seguimos perdiendo la atención, la recuperamos inmediatamente. Vamos dominando el sopor y la agitación pudiendo conseguir el emplazamiento cercano, donde ya no pierdes el objeto de concentración durante toda la sesión. Aún no hemos sometido el sopor y la agitación, pero ahora podemos vencerlos aplicando más energía, que es representada por el fuego.
 
Sabemos que están ahí, pero podemos aplicar con acierto sus antídotos. Es en este lugar donde empezamos a experimentar un Refugio Interior pues sentimos cómo la mente es capaz de ser domesticada y experimentamos cierta paz y serenidad hasta llegar al emplazamiento quinto de disciplina, donde el sopor y la laxitud, sin ser todavía vencidos del todo, son mucho más sutiles, pero todavía no podemos relajarnos pues siguen acechándonos, pero ya no hay duda de que se puede alcanzar la meta. 

Ahora debemos ocuparnos también de la Virtud para purificar karma y poder seguir avanzando. Si antes comíamos demasiado, ahora no lo hacemos, si antes hablábamos demasiado, ahora nos controlamos. Aplicamos el esfuerzo en cambiar nuestra vida desechando antiguas tendencias erróneas.

En el emplazamiento de pacificación seguimos sin perder el objeto de concentración. El monje está delante de los animales desde el paso anterior, pero los detalles todavía no se pueden ver claramente. Hemos vencido la agitación y el sopor, pero siguen sin estar sujetos del todo.
 
La atención subyuga al mono, pero la vigilancia subyuga el sopor sutil, por eso vemos que se ha aplicado más esfuerzo y el conejito ha desparecido. En este último paso dejamos atrás también las pasiones que despiertan los objetos de los sentidos pues la práctica de la virtud ha dado sus frutos.

En el séptimo nivel reconocemos por primera vez la calma mental y podemos vencer sin esfuerzo a los dos oponentes cuando aparecen, haciendo que se desvanezcan sin esfuerzo. De hecho, en el diagrama vemos que nos despedimos del mono. Este nivel se llama emplazamiento de calma mental, que precede al de equilibrio donde lo único que tenemos que hacer es establecernos en la continuidad tanto tiempo como deseemos pues ya no tenemos obstáculos.

El noveno nivel es la realización total de la técnica. La mente, que es representada aquí como el elefante blanco, se sienta a nuestro lado como nuestro mejor amigo. El monje tiene realizaciones y sentimientos de ligereza, pero aún debe continuar su camino mediante la meditación Vipassana que destruye los dos caminos extremos del eternalismo y del nihilismo, representados también al final del dibujo. En este nuevo sendero, el monje destruye los engaños más sutiles mediante la espada de la sabiduría que porta en su mano.

La consecución de los nueve niveles de calma mental produce una mente gozosa que disfrutará en cada momento de su creatividad. Será capaz de realizar prodigios y, según las Escrituras, ya no tiene que renacer nunca más en el Samsara.

Entoces, por lo que vemos, existen dos tipos de meditaciones; La que acabamos de exponer, de concentración o unipuntualizada, y la de visión profunda o analítica. La primera será fundamental para desarrollar la segunda.

El ser humano suele imbuirse inconscientemente en una especie de reflexión analítica dirigida y seducida por los tres engaños. Por ejemplo, cuando imaginamos a alguien que nos ha hecho daño, automáticamente surge en nosotros el rechazo y, consecuentemente, el enfado.
 
Dominados por ese pensamiento/emoción, repasamos punto por punto lo que nos hizo, sumergiéndonos en un infierno cada vez más profundo. En lugar de comprender el origen, punto medio y desembocadura de lo que nos ha sobrevenido para ponerle freno, lo alimentamos más y más hasta llegar a obsesionarnos.
 
Mantener indefinidamente esta laxitud mental hacia los tres venenos desembocará necesariamente en  enfermedades mentales severas.

Entendiendo que la meditación no es algo ajeno a nosotros, ni son técnicas que seremos incapaces de desarrollar, nos establecemos en la determinación de dirigir la mente hacia la comprensión de sí misma meditando en cómo detener los oscurecimientos antes de que surjan.

Como hemos visto, en cierta forma, todos sabemos meditar y lo hacemos diariamente, pero no de la manera más beneficiosa sino de un modo excéntrico, dirigiendo la mente hacia lo que nos place. Entonces caemos en los tres venenos, apego, rechazo e ignorancia, y nos dejamos seducir por los poderes oponentes y nuestro ego engorda alimentado por la ponzoña.

Los niveles de purificación de la mente son tres, los más burdos se pacifican con la práctica de la ética, los de nivel medio con meditación en la calma mental, y los más profundos a través de la sabiduría que comprende la vacuidad que se adquiere con Vipassana.

Extraído de mi último libro: DE LA MANO DE BUDHA. Basado en las enseñanzas del LAM RIM "La Liberación en la Palma de tu Mano", textos del Ven. Budhadasa, Goenka, SS el XIV Dalai Lama y otros eruditos

"Que los méritos de la compliación de esta obra sirvan para beneficiar a todos los seres sintientes"