Al norte de Marruecos se ubica la mítica y
mística ciudad de Fez, cuna de los santos y eruditos más increíbles de la
religión del desierto. En su medina se esconden los secretos de las antiguas
cofradías sufíes que aún hoy beben del Vino Secreto del Amor por el Amigo.
Hace algunos años, cuando caminaba por el
lugar deseando empaparme del aroma de santidad que desprenden sus mezquitas y sus
barrios más antiguos, solía saludar a un viejo derviche que se sentaba pidiendo
limosna en la puerta de uno de los cementerios más añejos. Movido por la
curiosidad y por su cálida sonrisa, cierto día quise acercarme hasta él y
conocer su historia. Después de los saludos de rigor, le pregunté:
-
¿Cómo ha llegado usted a esta situación? –
- ¡Perdí
toda mi fortuna y mi posición!
– me respondió el anciano.
Dispuesto a ayudarle, extendí mi mano y le dije:
- ¡Ven conmigo!
- No lo entiendes, querido niño – me susurró enigmáticamente.
-
¿Qué es lo que no entiendo? – pregunté muy extrañado
-
No puedo vivir bajo un techo, ni casarme... no
puedo hacer ninguna de las cosas que antes hacía.
- No lo
comprendo – confesé
- Hace algunos años me encomendé
a Dios y le rogué que me condujera hasta Él. Al salir de la mezquita, como por
arte de magia, todo lo que poseía me fue arrebatado. Mis hijos y mi mujer
murieron de forma extraña. Toda mi riqueza desapareció como si nunca hubiera
existido. Yo sabía que Su Mano estaba detrás de lo sucedido. Fui dándome cuenta
de que todo lo que amaba, todo a lo que me aferraba, moría o me era arrebatado
de manera violenta, por lo que finalmente decidí renunciar a cualquier cosa
hasta que una noche, en Sueños, escuché una Voz que me decía.“Te
lo he quitado todo y Me he dado a ti. A partir de ahora, solo me tendrás a Mí”
Así
que, hijo mío, ¿qué podrías tú ofrecerme? ¿Qué podría yo desear de ti o de
cualquier otro si ya tengo lo que siempre he deseado?–
Mientras
hablaba no pude contener las lágrimas. En sus ojos tenía el destello de aquellos
que han llegado al final del camino y han vuelto, y sin embargo, nadie podía
adivinar su secreto bajo aquella manta de lana que siempre cubría su cuerpo.
En más de una ocasión accedió a rezar conmigo y durante la plegaria, quien
lloraba era él. Eran lágrimas de alegría y gratitud hacia nuestro Creador.
Antes de regresar a España me dijo:
“He disuelto en mí toda dualidad. Estoy alegre
por Su Cercanía y triste por Su Lejanía. Río y lloro a la vez de tristeza y
felicidad. Cuando Le Recuerdo, me lleno de Gozo y de Pena. Canto y bailo para
Él y sin embargo no sé que ofrecerle que no Le Pertenezca. Voy cinco veces a la
mezquita y el resto del día lo paso rezando. Estoy muerto para el mundo pero
vivo para mi Señor. Soy pobre, porque no tengo nada, y rico, porque le tengo a
Él. Observo la Creación pero solo veo a Dios. Hace tiempo que me perdí de vista
para que no volviese en mi mente a haber dos. Amo al mismo tiempo Su Ira y Su Misericordia.
Veo con los mismos ojos al justo y al pecador. Espero pacientemente mi hora y
desespero de pasión. He olvidado mi nombre recordando los de mi Señor. Todo lo
que existe en el mundo, canta alabanzas a su Creador”