jueves, 30 de agosto de 2012

Cruzando el desierto, en un lugar secreto, se reúnen para Recordar. La noche marroquí es fresca. Dentro de la jaima se puede oír el rumor de los grillos. El olor del té con hierbabuena se mezcla con el perfume almizcleño del incienso. De repente alguien canta llamando a hombres y ángeles a la oración. Su voz es triste. La melodía traspasa el alma y hace enmudecer al corazón. ¡Dios es el Más Grande
! En un momento se forman las hileras y los derviches se postran ante la Inmensidad. Después, como fantasmas, algunos bailan igual que juncos y otros giran sobre sus pies. La música del ney suena como el lamento del espíritu que grita por la Separación de Su Señor. Aparecen las lágrimas bajo los gorros de los danzantes. ¡Dios es la Más Grande! ¿Quién soy? Me pregunto. Los sencillos instrumentos de cuerda se acompasan con la poesía de los Enamorados y el ritmo de los timbales. Alguien grita al viento su pena y su dolor. Ya no hay respuestas, ya no hay preguntas. Todo gira en torno a Él. Algo me arrebata la razón y me tira al suelo. Oh, mi corazón, mi corazón. Después, el Amor me eleva. Siento la necesidad de pedir perdón ¡Dios es el Más Grande! Ya no hay nada más que decir. Todo se ha desvanecido, todo cambia excepto Allah. Los derviches se van retirando y vuelve el silencio a la habitación. Los ángeles siguen cantando; dos no puede haber. Alguien se fija en mí. ¿De dónde vienes, extranjero? De Dios, contesté.

Extracto de mi último libro: “Busca dentro, si puedes, no fuera”

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