Los que se encontraban en la mezquita, que habían visto la escena, creyendo que el ciego no sabía que el extranjero no era musulmán, se llegaron a su casa al día siguiente y le recriminaron lo sucedido, a lo que el derviche contestó:
- Las almas débiles y poco desarrolladas no tienen otra manera de amar más que odiando todo lo que les es ajeno. Este instinto es similar al del perro que protege la propiedad de su amo contra los intrusos. Solamente que el instinto canino es mejor que el de vosotros, toda vez que el perro jamás toma a su amo como enemigo, ni a su hermano como forastero, aunque venga éste disfrazado con cualquier otra vestimenta.
Los hombres, que no entendieron lo que el anciano acababa de decirles, se marcharon burlándose de él.
Extracto de mi último libro:
"Cuentos para Aprender a Meditar"
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