miércoles, 27 de febrero de 2013

Viaje al Reino de los Cielos




Tengo que reconocer que cuando oí hablar de la meditación, algo en mi interior se sintió muy atraído. Viendo las figuras en posiciones de loto o medio loto, algo se movía dentro de mí como rememorando algo que quizás había quedado enterrado con el pasar de los años. Hasta entonces había recorrido gran parte del camino asido a un mundo de ideas, reflexiones filosóficas, ritos, religiones, viajes a lugares sagrados extraños y maravillosos pero nunca había explorado los rincones más ocultos de mi ser. Si bien el viaje exterior me había llevado a buen puerto, aún me faltaba, siguiendo el hilo de Ariadna, entrar en el laberinto del viaje interno, mucho más espeso y tenebroso.
 Así deseé aprender el arte de la meditación y descubrí que meditar no es sentarse e intentar vaciar la mente a expensas del tiempo dejando pasar el ahora sumido en un laberinto de sueños. ¡No! La meditación es una ciencia tan antigua como el hombre o quizás más. Un compendio de técnicas de autoconocimiento que fueron utilizadas por los más grandes eruditos a través de diferentes culturas. Poco a poco fui descubriendo que los místicos de todas las religiones utilizaron las técnicas meditativas para conectar con la Realidad. No obstante, el camino estaba lleno de peligros, de pruebas y de acertijos.
Como la Realidad Absoluta y la Relativa no caben en un mismo recipiente, una de las dos debe ser retirada para que la otra encuentre el vaso limpio. ¡Ésa era la clave! Vaciarnos de nuestra verdad individual para llenarnos de Verdad Absoluta. Eliminarnos del todo para que Ella nos llene.
De esta manera, budistas, hinduistas, cristianos gnósticos y sufíes comprendieron que para realizar el viaje interior primero debían calmar los movimientos dentro de sus mentes y después asomarse al abismo y poder ver con claridad la esencia de la consciencia, el material secreto muy sutil y luminoso del que se compone el universo. Asomarse al universo interno requiere haber experimentado su llamada, el deseo de aprehenderlo, de fundirse con Él desechando todo condicionamiento. Esta unión mística es llamada por los sufíes “faná”, “samapatti” por budistas, “teofanía” por los cristianos y “éxtasis” entre los hindúes.
Curiosamente, esto ha resultado ser harto difícil pues nuestra yoidad nos acompaña de manera latente allá donde nos dirijamos. Ella es el producto del karma generado desde tiempos sin principio que va madurando en el ahora. Factores genéticos, cuerpo, tendencias, hábitos, capacidades… todo es producto de nuestro pasado. Así como el presente será el germen del futuro. A través de esta revelación podemos descubrir que, por muy elevada que sea nuestra maestría en la meditación, si no nos hemos destruido a nosotros mismos, estaremos sembrando nuevas semillas condicionantes. Jesús dijo; “Para alcanzar el Reino de los Cielos debéis nacer de nuevo” Los que le rodeaban, porque no entendían, le preguntaron: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?”
Como hemos dicho, el principio de toda meditación es tratar de calmar los movimientos mentales. Como podremos comprobar, esta técnica no destruye nuestra visión ilusoria de la Realidad, no obstante, podemos aprender muchas cosas con ella que nos ayudarán a evolucionar.

“¡Busca la Realidad! No la encontrarás jamás, porque ella no es de este mundo, pero al menos te acercarás.” Sabiduría Mística Cristiana

Los grandes eruditos que consiguieron acercarse a Finisterre trajeron algo de la Inmensidad con ellos. A este regreso los sufíes le llamaron “Baqá”, los budistas e hindúes “Iluminación”, y los cristianos “Santidad”. Pero, como lo Infinito no puede ser comprendido por lo finito, Su Realidad, aunque más perfecta, seguía teniendo rasgos de su propia yoidad y karma. De ahí que, aunque unos pocos llegaran al mismo lugar, sin embargo lo percibieran y describieran de manera distinta. Esta disparidad demuestra lo terriblemente difícil que resulta deshacernos del hombre viejo y de ahí que se crearan distintas escuelas de pensamiento, pues ninguno consiguió sacarse del todo su ojo para ver la Realidad con los ojos de la Realidad misma. ¿Cómo puede un pequeño hoyo en la arena de la playa contener el inmenso mar?

Aunque hemos visto lo importante que es la técnica, común en las escuelas más serias, de calma mental, algunos utilizan después el canto de mantras y, aunque muy efectivo para purificar karma, armonizar energías y cambiar hábitos, es un proceso muy lento. Vipassana, o meditación de Visión Profunda, igualmente te conduce hacia las Puertas de la Realidad Divina haciéndote experimentar realidades más sutiles como que todo cambia, que la materia está compuesta de múltiples elementos que pueden dividirse infinitamente, que el vacío es forma y la forma es vacío, que la naturaleza de la mente es luminosa, omnisciente y no tiene principio ni fin etc., pero, cuajada de la doctrina budista, al final coarta la libertad del meditador, a quien se le ha instruido previamente sobre lo que va a encontrar y predispuesto a entenderlo de una manera muy particular.
Puede que, como dice el adagio, el hombre no pueda vaciarse completamente de sí mismo para llenarse de Inmensidad. Olvidar todos los dogmas, predisposiciones culturales, religiosas y filosóficas que nos han impuesto. Desechar los colores de la visión ajena para intentar ver por nosotros mismos. Si alguien lo consiguiera quizás Ella se le mostraría libremente. Puede que de esa manera alcance la Unicidad Real o cree el karma necesario para conseguirlo algún día no muy lejano. Solo Dios lo sabe. Esa es nuestra elección y nuestro camino se crea bajo nuestros pies conforme vamos caminando. Así, meditar es evolucionar. Ser autónomos y escoger nuestras propias respuestas. Desear asomarte al abismo, mirar y ver para que nadie nos diga a qué sabe el universo y poder saborearlo nosotros mismos. Liberando la mente te asomarás al Infinito. Llenándote de Infinito te vaciarás de dualidad, comulgando con el Uno destruirás el dos, respirando Verdad exhalarás ilusión de realidad, olvidándote de Ti recordarás al Dios que olvidaste.
El Paraíso que buscamos quizás se encuentre en sí mismo. Paz en paz, amor en amor, verdad en verdad y Realidad en la Realidad pero, mientras siga habiendo una sola criatura viva en la creación seguirá habiendo al menos un camino hacia Dios.

Para estos nuevos tiempos debemos encontrar una nueva forma de acercarnos a Dios. Una que, de tan novedosa, sea realmente la más antigua, donde, sentados, viajemos hasta el Señor a través de nosotros mismos. Sin ritos, sin dogmas, sin sacerdotes que intenten ponerse entre nosotros y la Eternidad, porque la Eternidad nos pertenece a todos, o más bien somos nosotros quienes le pertenecemos a Ella. Comprender que esa libertad es nuestro derecho exclusivo e inalienable es meditar. Encontrarte frente a frente con lo pacífico, lo armonioso, lo soberbio, lo magnífico, eso es meditar.

Nadie puede pretender hablar de Dios sin encarcelarlo, pero sí podemos hablar de lo que sentimos cuando Él nos visita. Pregunten a una madre que acaba de dar a luz, cuando ponen a su hijo recién nacido sobre su pecho si no es capaz de ver a Dios en ese momento. Pregúntenle si cuando, a escondidas le ve dormir y vela por él no siente el amor de Dios en su interior fluyendo con la vida. Pregunten al enamorado antes de ver a su amada después de largo tiempo de ausencia o al perro que es fiel a su amo y hace mil travesuras para conseguir una caricia si no es Dios quien se manifiesta.
Porque hemos evolucionado, nuestra visión de Dios también debe evolucionar y desvincularse de quienes quieren secuestrar nuestra alma haciendo un dios tan pequeño como sus propias mentes enfermas. Dios es libertad y el ser humano debe buscar su camino hacia Él tal como se le haya revelado. El camino hacia Dios es el que te hará mejor persona, todo otro será inferior. ¡Eso es meditar! He aquí mi religión; seguir a Jesús para aprender a amar. Sé que no soy santo, pero aspiro a la santidad.

Los hombres de cualquier religión, de cualquier nacionalidad o filosofía, pugnan en su camino por convertirse en algo o llegar a alguna parte. Jesús, sin embargo, nos invita a no-ser. A desprendernos de nosotros mismos para subsistir en el Amado.

Años después de la muerte y resurrección del Hijo del Hombre, llamaron a la puerta de la casa de Santiago. Cuando preguntó qué querían, una voz contestó: - Ver a Santiago - pero él respondió: - No sé nada de él desde hace mucho tiempo -

Jesús solía preguntar: - ¿Habéis visto alguna vez a alguien ausente y presente al mismo tiempo? Miradme, yo vivo entre la multitud pero mi corazón está siempre con mi Padre.
   


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