EL SADDAY
"La tradición oral egipcia sigue narrando la historia de
aquella vez que llegué con un grupo de españoles al Sinaí y me encontré en la
cima con un niño que rezaba mirando al horizonte. Acercándome al pequeño, le
pregunté con sorna: - ¿Con quién hablabas? –
¡Con Dios! – Respondió el niño - ¿Qué Dios? ¡Yo no puedo verlo! – Repliqué. Pero
el pequeño, señalando con su dedo algún punto delante de él, me dijo - Quizás
debería mirar mejor - ¿Hablas con un Dios que solamente puedes ver tú? – Seguí
preguntando - ¡Ése es su secreto y el mío! – Contestó - ¿Y te responde? – insistí
- ¡Oh, por supuesto señor! - dijo finalmente y, volviendo su mirada entre las
escarpadas cumbres, comenzó a entonar extractos del Sagrado Corán mientras yo me
daba la vuelta y regresaba donde acampaban mis compañeros. No obstante, cuando me
senté junto a ellos, uno me preguntó: - ¿Con quién hablabas? – Con un niño –
respondí - ¿Qué niño? ¡Yo no puedo verlo! – Me replicó y, señalando el lugar
donde el pequeñuelo seguía recitando el Corán, comprendí que solo yo era capaz
de verlo y oírlo. En aquel momento el corazón se me encogió, dejé de respirar y
entendí lo que estaba pasando - ¡Quizás deberías mirar mejor! - dije finalmente
mientras notaba cómo en mi alma se encendía una poderosa llama - ¿Hablas con un
niño que solamente ves tú? – Siguió preguntándome - ¡Sí! - dije - ¡Ése es su
secreto y el mío! - ¿Y te responde?- Insistió mi compañero – ¡Por supuesto! -
¿Y qué te ha dicho? - Volvió a preguntarme – Oh amigo mío, si te lo dijera me tomarías
por loco. Ese niño era un ángel del Señor que me ha enseñado la Belleza que se
esconde en los versos de su propio Coran-zón.
Años después me hice musulmán y subí de nuevo a la cima del Monte
Moisés a salmodiar yo mismo lo que había encontrado en mi Corán pero, entre un verso
y otro, desde algún lugar de la montaña, se volvió a escuchar la voz de un niño
que, cada vez que yo callaba, él contestaba: - ¡Dios es el más Grande. No hay más
dios que Dios! -"
Extracto de mi libro: LA TABERNA DEL DERVICHE
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