miércoles, 17 de julio de 2013

EL MAESTRO DEL AGUA



Hace algunos años un grupo de españoles fuimos a casa de un maestro sufí al sur de marruecos deseando recibir una práctica espiritual. Cuando llegamos, vimos a un pobre anciano repartiendo agua en la mezquita a los que allí rezaban y le preguntamos por el Sheij pero, encogiéndose de hombros, por respuesta solo nos ofreció un poco del líquido manjar. Todos mis acompañantes rechazaron tomarlo al descubrir que del mismo vaso habría bebido antes una gran cantidad de gente y fui yo el único que acepté beber de él, descubriendo en los ojos de aquel hombre un brillo especial. No dije nada y, después de hacer las dos postraciones de respeto a la mezquita, permanecí a su lado ayudándole en su labor mientras mis compañeros seguían indagando sin éxito dónde se encontraba el maestro. Después de un rato, el anciano, mirándome a los ojos, me preguntó: - ¿Tú no buscas al maestro? – Señor – contesté – Yo busco a Dios y Él pone en mi camino maestros de los que aprender - ¡Has contestado muy bien! – dijo con alegría - pero veo que no sabes repartir el agua; te voy a enseñar cómo hacerlo. Cuando llenes el vaso debes decir mentalmente: "La ilaha ill Allah" Y si la persona lo toma, añades: "Muhamaddan Rasulluhlah" – Pero ¿y si no la toma? – pregunté desconcertado - Entonces no temas por él, porque no es de los nuestros y pronto se separará de nosotros – En aquel momento comprendí lo que había pasado, tomé su mano y grité: - ¡Maestro! – y él, abrazándome, añadió – ¡Querido niño! – 
Como había vaticinado, al poco tiempo después, mis compañeros y yo tomamos caminos muy diferentes, teniendo además conceptos muy distintos del sendero del Amor Divino. Ellos nunca encontraron al maestro en aquel lugar y supongo que aún lo siguen buscando.

Extracto de mi libro; LA TABERNA DEL DERVICHE

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