martes, 15 de diciembre de 2015

Un Cuento de Navidad



Hace algunos años llegó un hombre a su casa muy temprano. Había estado trabajando toda la noche, era día de Navidad y quiso regresar a tiempo para despertar a su familia y que abrieran los regalos todos juntos. Despacito, metió la llave en la cerradura y, sin hacer ruido, fue de puntillas hasta el dormitorio de matrimonio y despertó a su mujer con un beso. Sin dejar de sonreírse, mientras ella se fue a la cocina a preparar chocolate caliente, el hombre entró en el dormitorio de sus dos hijos, sin embargo vio que había tres niños acostados en la cama. Pensando que el tercero sería el hijo de algún vecino, o algún compañero de clase de los niños, no le dio mayor importancia, despertó a los pequeños y se fueron juntos al salón, donde les esperaban los regalos. Al cabo de un rato, cuando vino la madre y vio al tercer niño, tampoco le dio importancia, pensando que sería el hijo de algún compañero de trabajo de su marido. Pero llegó el turno de abrir los regalos y debajo del árbol solamente había dos juguetes. El tercer niño, viendo que no había nada para él, comenzó a llorar desconsoladamente. El hombre y la mujer, mirándose sorprendidos, se agacharon y, abrazando al pequeño, le dijeron: - No te preocupes hijo mío, seguro que cuando llegues a tu casa, tendrás montones de regalos ¿Dónde están tus padres? – Pero el pequeño, sin dejar de llorar, contestó: - ¡Están en el Cielo! - Y antes de que  pudieran preguntarle nada más, se dio media vuelta, salió corriendo hacia la calle y desapareció. Mientras, los hijos de la familia, mirando desconcertados a sus padres, les dijeron: - Papá, mamá, ¿por qué no teníamos nada para él? Después de todo, hoy es su cumpleaños – Pero los padres, sin comprender nada, muy extrañados, les preguntaron: - ¿Conocíais a ese niño? ¿Quién era? – Entonces los pequeños, levantando sus bracitos, señalaron con el dedo el pesebre del portal de belén, donde la noche anterior habían dejado la figura del niño Jesús y ahora se encontraba vacío…

Enseñanzas:

Hace algunos días tuve un sueño. Soñé que llegaba la Navidad y, como es costumbre, mi mujer y yo adornábamos la casa con el árbol y el belén. Sin embargo algo andaba mal, porque en el sueño el pesebre estaba vacío y, por más que lo intentaba, no podía encontrar al niño Jesús por ninguna parte. Entonces me desperté aterrado para descubrir que no había sido un sueño, ya que, aunque en el belén seguía estando la figura de Jesús, en realidad, incluso en Navidad, él era el gran olvidado.
Si no estáis de acuerdo conmigo, mirad vuestra lista de regalos y decidme qué le tenéis preparado, al fin y al cabo, como dijeron los niños del cuento, es su cumpleaños, estamos aquí por él, aunque Jesús no desee oro, incienso, mirra, o un móvil nuevo, sino que intentemos ser mejores personas, más compasivas, bondadosas y decentes.
Desafortunadamente hoy hemos cambiado el recogimiento que debería acompañar estas fiestas por el consumo desmedido en que las hemos convertido. ¡Sin duda hemos acabado echándole del portal!
Todos compramos regalos y esperamos recibir otros a cambio, cuantos más caros mejor... de eso se encargan bien las grandes superficies y almacenes. Hemos tomado el papel de mendigos profesionales, que siempre están pidiendo cosas materiales, cuando deberíamos ser como los Reyes Magos, que siempre están dando, esforzándonos también por beneficiar a todos los seres, sobre todo en estas fechas, siguiendo el camino de Dios, aunque eso signifique abandonar nuestra patria, nuestro hogar y echarnos a los caminos, como hicieron ellos, en pos del sueño de encontrar al Mesías de los pobres nacido en Belén. No obstante, es más fácil olvidarnos de este sueño, darnos la vuelta en la cama, y seguir durmiendo.