domingo, 3 de noviembre de 2019

EL REGRESO DE LA DIOSA

Capítulo 1º La última sacerdotisa de Kildare.

 
Sabía que no sería fácil dar con alguna de ellas. Sumidas en la más absoluta discreción, las guardianas de la llama sagrada de Kildare - una pequeña aldea situada en el centro de Irlanda - fueron desterradas de su lugar de culto por el celo normando hacia mediados del siglo XIII, lo que no les impidió seguir arribando a este enclave sagrado para continuar con sus rituales de veneración a la diosa Brigid mediante el encendido de la llama eterna aun a riesgo de sus propias vidas.
El recinto actual alberga una hermosa iglesia en forma de cruz latina – edificada sobre el arcaico enclave pagano - un milenario cementerio, una torre de vigilancia, datada en el siglo X, y el templo del fuego, donde antiguamente se rendía culto a la deidad celta. Un pequeño muro de piedra gris, a modo de seto, circunvala el lugar exacto donde la flama debía permanecer encendida a perpetuidad. En su interior se encontraban numerosos objetos religiosos, entre los que destacaban ofrendas de monedas y flores, rosarios con advocaciones marianas, algún que otro pequeño juguete, así como varias ramas anudadas con lazos de colores, dejando patente el rastro de las ceremonias que, a buen seguro, todavía seguían vivas en el lugar. 
De mis numerosos viajes en pos de lo sagrado he aprendido que, si tienes la paciencia suficiente como para esperar lo inesperado, el milagro suele aparecer. A veces lo único que tenemos que hacer es relajarnos, sentarnos y darle tiempo al universo para que sepa que lo estamos esperando y venga a nuestro encuentro. En realidad es algo así como una cita con lo asombroso, con lo infinitamente desconocido, con algo tan fantástico que no es sencillo describir con palabras, ya que solo el corazón es capaz de contenerlo. Cuando intentas sacarlo de allí, el secreto se niega a ser interpretado por la mente, pues en realidad lo que busca es otro corazón afín en el que poder latir y hacerse un hueco.
Fiel a mi silente llamada, al cabo de un par de horas, mientras el sonido de las antiguas campanas repicaba en el valle y la oscuridad empezaba a robarle su sitio a la luz del sol, la silueta de una mujer vestida de blanco, de cabellos rubios y ojos azules, cruzó las lápidas con forma de cruces celtas, se acercó al templo del fuego y penetró en su interior.  
Con prudencia, atento a no proferir ninguna incorrección, me acerqué a ella y la sorprendí amontonando ramas en el centro de aquel espacio cuadriforme. Sorprendida, sus ojos se clavaron en mí, como si la hubiera descubierto haciendo algo velado y prohibido. No obstante, intentando relajar la situación, decidí que lo mejor sería presentarme, abrirle mi alma y preguntarle directamente por el antiguo culto a la diosa. Tras unos segundos de tenso silencio, finalmente dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia los límites del recinto sagrado, donde yo me encontraba sin atreverme a entrar.
- Estos secretos nunca se han escrito – dijo mientras no dejaba de mirarme a los ojos – Y mucho menos revelados a un hombre. Nosotras no tenemos la necesidad de guardarlos en papel, sino que pasan de madres a hijas generación tras generación. De esa manera nos aseguramos que nadie pueda robárnoslos. Su poder es tan grande que la mente de un hombre no podría soportarlos y acabaríais locos o, lo que es peor, muertos. No obstante, puede que el tiempo en que la diosa deba ser desenterrada y vuelta a poner en alto, haya llegado.
Después de unos instantes, como si estuviese librando una batalla interior consigo misma, continuó:
- Escucha lo que mis hermanas y yo venimos a hacer aquí desde los albores de la humanidad. Escucha si quieres nuestra canción y cántala también con nosotras. Es una canción antigua, se formó antes de la creación. Te la enseñó tu madre durante nueve meses, mientras vivías en su vientre, pero luego la olvidaste. Todas las personas llevan a sus madres consigo en su interior… Escúchala ahora de nuevo y recuerda que eres, como nosotras, un hijo de la diosa. 
La villa de Kildare se sitúa a pocos kilómetros al suroeste de Dublín, justamente en medio de la llanura de Curragh, donde nacen los pastos más verdes de todo el país. Sin duda, Kildare es uno de los lugares de poder más desconocidos de Europa. Diseminados por los alrededores, todavía se yerguen restos de los castros que las tribus celtas erigieron por el centro y sur de la Isla de Eire, unas veces delimitando sus fronteras para que no se confundiesen con las del poderoso clan O´Toole, que señoreaba en Wicklow, pero tampoco con las de la dinastía de los Uí Dúnlainge, que dominaban los Pantanos de Allen. No obstante, muchas veces esas edificaciones señalaban otra cosa; un lugar a tener en cuenta. Un enclave mágico donde el ser humano tenía que detenerse, no a batallar, sino a rendir culto a lo ancestralmente sagrado.
Kildare fue, durante la invasión normanda, la posesión más preciada del conde Richard FitzGilbert de Clare, más conocido como Stronbow, a pesar de que, como ya hemos apuntado, el enclave, aún hoy, no deje de ser una pequeña aldea con poco más de ocho mil habitantes. No obstante, su pasado fue bastante más glorioso… Y es que antes incluso de que san Patricio llegase a estos lares y mixturase el cristianismo con la religión gaélica, en el promontorio que corona la villa se ubicaba el santuario a la llama eterna de la diosa Brigid.
Para la cosmología celta, Brigid era la inspiradora de las artes, la sabiduría y la medicina, puesto que se creía que su sola presencia, patente sobre todo en los lugares donde se le rendía culto, tenía el poder de restaurar la salud. Incluso en la actualidad, los artistas irlandeses mantienen la costumbre de colocar un lienzo en blanco tapando sus ventanas para invocar a la diosa que, a modo de musa, vendrá a visitarlos para despertar su inspiración. Antiguamente, Brigid estaba asociada con las corrientes de agua, los ríos, las fuentes y los manantiales, pero sobre todo con los pozos. Vestir un pozo, danzando alrededor de él mientras se anudaban tiras de tela de diversos colores, se consideraba una manera de rendirle culto.
Siempre que se presentaba a sus devotos, lo hacía en un entorno natural, a la vera de algún árbol - sobre todo del roble - y se la creía la guardiana de la llama sagrada, puesto que la leyenda aseguraba que nació con una lengua de fuego sobre su cabeza, la cual podía conectarla con el espacio, el tiempo, así como con toda la energía, forma y materia existente en el universo. Era la hija del rey Dagda, padre además de los antiguos dioses irlandeses, llamados Tuatha de Dánnan.
Aunque el cristianismo se diseminó por Irlanda a partir del siglo V, el culto a la diosa estaba tan enraizado entre la población local, que ni siquiera san Patricio pudo erradicarlo, por lo que tuvieron que disfrazarla con un hábito, convirtiéndola desde aquel entonces en santa Brígida de Kildare. El proceso de sincretización religiosa trasformó también el antiguo templo del fuego en una iglesia, y a las diecinueve sacerdotisas que tenían el deber de mantener encendida la llama perpetua, en monjas católicas, imponiéndoles además un pasado afín al culto dominante. 
Según la invención cristiano-romana, treinta y cinco años después de que san Patricio llegase a Armagh y fundase allí su primera gran iglesia de piedra, santa Brígida se habría dedicado a constituir el convento de Kildare. Hija de un rey pagano y de una esclava bautizada, se supone que arribó hasta esta villa y que se construyó una celda para meditar a la sombra de un roble. Como curiosidad, el significado gaélico de la palabra Kildare - Cill Dará - es “iglesia del roble”, haciendo referencia al lugar donde la deidad celta solía aparecerse. El magnetismo de su semblante atrajo por igual a hombres y mujeres de la región, los cuales edificaron un convento doble alrededor de la choza de la santa, adoptando para la nueva comunidad monástica la regla de san Cesáreo.
Las abadesas de su orden, emulando los ritos paganos, fueron tomando el mismo nombre de la diosa, por lo que veremos a santa Brígida aparecer en decenas de fábulas sin orden cronológico, e incluso muchas de ellas sin conexión aparente, aunque con el deber común de mantener encendida esa llama eterna entre los muros del templete anexo al convento, algo que el cristianismo más radical no supo explicar muy bien, por lo que en el año 1220, el arzobispo de Dublín, Henry de Loundres, en su afán de limpiar toda ascendencia celta de la religión romana, ordenó que la llama fuese apagada definitivamente.
La tumba de santa Brígida, junto a la del patrón de Irlanda, está localizada en la pequeña localidad de Downpatrick, en la zona británica del norte del país. Aunque suele pasar desapercibida para los tour-operadores y circuitos turísticos, al igual que Kildare, puede que sea uno de los lugares más místicos de toda Irlanda, donde, también hay que advertirlo, contrariamente al sepulcro de san Patricio, el de santa Brígida se encuentra en algún lugar indeterminado alrededor de la pequeña iglesia que corona el montículo, donde también se supone que descansan los restos de san Columba de Iona.  
La festividad de santa Brígida “casualmente” coincide con la celebración celta de Imbolc - asociada a la fertilidad –, pero además con la fiesta de la Candelaria – o llama sagrada – que tiene su correspondencia con la purificación de la virgen María en el Templo de Jerusalén. No obstante, y a pesar de la imposición del catolicismo en Irlanda, la veneración a la diosa celta nunca dejó de darse en el interior de las tapias que rodean el sagrado otero de Kildare.
- A finales del siglo pasado – siguió la suma sacerdotisa - el fuego volvió a prenderse oficialmente en un templete turístico situado a algunos kilómetros de aquí. Los nuevos sacerdotes siguen intentando domesticar a la diosa, diciéndole dónde y cómo debe manifestarse para no molestar demasiado. Pero nosotras seguimos viniendo aquí, donde todo empezó, donde está Ella y donde debe permanecer. ¡Este lugar es nuestro! Irlanda también es mujer, ¿lo sabías? Quizás deberías interesarte por conocer más la Antigua Tradición y dejar que ella también te conozca…   
Mientras el fuerte viento agitaba su melena rubia, yo soñaba con otra época, con otra cultura y con una espiritualidad que sin duda aquella mujer intentaba mantener viva a toda costa. Sin proponérmelo, giré la cabeza hacia la derecha y pude distinguir los vestigios de una cruz gaélica rota en su parte superior, desgastada por el paso del tiempo. Curiosamente, ese símbolo reunía el principio masculino y el femenino, el madero y la circunferencia, el legado cristiano y el testamento celta; algo que no gustó demasiado a los cristianos continentales, los cuales decidirán amputarle el círculo a toda costa. 
- Nosotras no medimos el tiempo como vosotros – continuó - ni celebramos lo que vosotros celebráis. Nuestros meses son trece y duran veintinueve días, como los ciclos de la luna, como nuestros periodos biológicos; pero vosotros pensáis que el número trece da mala suerte e intentáis esconderlo, como hacéis con Ella.
La dama de blanco tenía razón. El calendario celta, según la placa de broce encontrada en la localidad francesa de Coligny, datada en torno al año 100 a.C., es uno de los pocos que intentaron mixturar las fases de la luna – nueva, creciente, llena y menguante - con los ciclos del sol – solsticios y equinoccios - creando así un calendario masculino y femenino llamado lunisolar. Como los meses se contaban a partir de las fases lunares, solían tener algo más de veintinueve días, por lo que había un desfase de once días con respecto a los trescientos sesenta y cinco que marcaban los ciclos del sol. Estos días, al cabo del segundo o del tercer año, formaban un nuevo mes que se añadía al almanaque para que las cuatro fiestas mayores – Samhaín, Imbolc, Beltane y Lugnasar -  cayeran en las fechas indicadas. 
- Vuestro dios os legó dos mandamientos: que lo amaseis a Él sobre todas las cosas y que amaseis también al prójimo como a vosotros mismos. Sin embargo, nadie os obligó a proteger a la naturaleza, ni a respetarla, ni a sacralizar las fuerzas que manan de ella… las mismas que pretendéis someter. Tampoco habéis considerado “vuestro prójimo” a los habitantes de los bosques, ni de los ríos, ni de las montañas.
Apesadumbrado, no tuve por más que bajar la cabeza.
- Nuestra diosa es más sencilla, es madre, por eso sabe lo que significa amar. También es guardiana, pero no ejerce su poder destruyendo lo que odia, sino protegiendo lo que ama. ¡Esa es la diferencia! Esta luz simboliza todo lo sagrado, el poder de lo divino, pero sobre todo el poder del amor. Al dios del Antiguo Testamento le faltó amor, por eso los hombres no dejáis de destruiros los unos a los otros constantemente, y de paso destruís también el mundo. Muchos de vosotros venís aquí buscando un fuego que os haga más fuertes… No habéis entendido que la llama sagrada es en realidad el acto de dar a luz, algo que nos une a todas las mujeres con la divinidad. En vuestra Biblia se dice que, al principio, Dios creó la luz; por tanto, Dios es mujer, ya que el acto de dar a luz y de crear la vida solo puede hacerlo una mujer. Antes de eso, el vientre del universo era solo oscuridad. No obstante, la diosa creó… dio a luz. Esta llama – dijo señalando la incipiente hoguera – debe quemar todo el odio que llevas dentro, cambiándolo por amor y perdón. Una luz que te hará co-creador, junto a nosotras, de un mundo mejor. ¡Ese es nuestro secreto! ¡Esa es verdaderamente la resurrección!  

Antes de despedirme, quise preguntarle qué virtud había visto en mí para hacerme depositario de aquel atávico secreto y qué debería hacer con él. A la sombra de la iglesia del roble, en el corazón de la vieja isla esmeralda, con la luna llena ocupando el lugar del sol y las estrellas titilando sobre el horizonte, Brigid encendió la llama sagrada, me miró por última vez y me dijo: - Intenta calentar los corazones con mi fuego -.

Extracto del libro: EL REGRESO DE LA DIOSA. Ediciones Almuzara.

http://almuzaralibros.com/fichalibro.php?libro=4488&edi=1

domingo, 22 de septiembre de 2019

Cuando el silencio se hace música.


Extracto del libro: Viaje a la India para aprender Meditación. Ediciones Almuzara.

Intentar transcribir en una hoja de papel lo que el corazón siente cuando los colores del atardecer van surcando el cielo de Amritsar a la vera del Templo Dorado es tanto como pedirle al mar que se contenga en el hoyo que un niño excava en la arena de la playa. No obstante, deseando complacer a ese niño, y hacer que sonría, las olas no dejan de intentarlo una y otra vez. De la misma manera, y movido por ese mismo sentimiento amoroso, yo no dejo de intentar encerrar en este libro las vivencias de mi océano interior para mostrarle al lector el sabor de los frutos de mi búsqueda; la cual, llegados a este punto, creo que también se ha convertido en su propia búsqueda, o al menos eso desearía.  

Contemplando tanta belleza lamento que, cuando era pequeño, nadie me enseñara en la escuela la magia que se respira a la vera del canto salmodiado del Gurú Granth Sahib, ni la sabiduría que encierra la reflexión silenciosa de sus numerosos versos. Desafortunadamente, nada me dijeron de las joyas que llevo en mi interior, ni de cómo sacarlas fuera de la mina del cuerpo. No me enseñaron a dominar mis pensamientos, ni a subyugar mis bajas pasiones, ni a comprender mis instintos. Ningún libro de texto me advirtió de la riqueza de la búsqueda espiritual, ni de la pobreza de quien está sometido a la ignorancia, ni de la soledad del sendero del conocimiento. Durante años, mis tutores se empeñaron en obligarme a memorizar datos y más datos que para ellos resultaban importantísimos, ¡fundamentales! Paradójicamente, nadie me enseñó lo único verdaderamente importante, lo auténticamente fundamental, a conocerme a mí mismo, a buscar la auto-realización y a ser mejor persona.

Los sacerdotes que pretendían ser mis guías espirituales, no paraban de hablar del Dios que habían leído en la Biblia. No obstante, no conocían nada de la experiencia del Dios interior que había cimentado todas y cada una de las palabras, y de los hechos, en la vida de mi querido Jesús de Nazaret. Un Dios que se manifestaba en el interior de cada uno de nosotros, al cual solo podías conocer mediante la experiencia directa. Pero, si ellos ni siquiera se conocían a sí mismos, ¿cómo pretendían conocer a Dios?  

Recuerdo que cuando salí del instituto, podía recitar de principio a fin la dinastía de los reyes godos, pero no podía comprender por qué los seres humanos sentimos miedo, celos, ira y frustración. Todos aquellos que querían modelar mi futuro, tenían una vida llena de sufrimientos debido a sus malas decisiones. Sin embargo, pretendían ser un modelo de vida, procurando que todos los imitásemos. Únicamente cuando me di cuenta de su locura, pude poner remedio a mi destino; tal vez por eso decidí viajar a la India.

Aunque resulta triste decirlo, en el poco tiempo que pasé al lado de Sheij Nazim, de Baba, de Mehmet, y de Tenzin, había aprendido más de mí mismo, y del mundo, que todos los años invertidos en mi educación occidental. Cuatro maestros que, con su ejemplo, no paran de gritarle al mundo que el ser humano es mucho más que un montón de deseos insatisfechos que malviven en un cuerpo, el cual tiene que contentarse llenándose la panza, engordando el ego, y cincelando su propia infelicidad a través de la adquisición de fama, objetos materiales, y superficialidad.

Para los Sijs, hay un único maestro, que no es otro que Dios, el Maestro Maravilloso. Por tanto, un Sij del Gurú es un discípulo de Dios, sea como fuere que Él se nos haya presentado. Vishnu, Shiva, Jesús y Krishna son Dios. Tu hijo, tu madre, tu hermana, tu amigo y tu esposa son Dios. Pero Dios también puede ser una piedra en el camino, tu peor enemigo, e incluso una situación adversa, en la medida que todo eso te ayude a aprender una importante lección que te sirva para crecer en sabiduría.  

En esos mágicos instantes en que los últimos rayos del sol se ocultan por el horizonte, Amritsar se sume en el silencio y los peregrinos detienen su trajín alrededor del lago sagrado - preludio de la tensa espera que antecede la apertura del Gurú Granth Sahib –, disponiéndose a escuchar la canción del alma que compuso Gurú Nanak. Una melodía que asegura que un solo Espíritu se mueve dentro de la creación – Ik Om Kar -, coordinando, consolidando, continuamente creando. Un Espíritu que también es nuestra verdadera identidad. Un Espíritu que, transitando la inmortalidad, se convirtió en forma, moviéndose y manifestándose por su propia pureza y proyección. 

Quien consigue comprender esta verdad, se hace uno con la Verdad. Empero, no podemos caer en el pensamiento cartesiano occidental, ya que esta verdad no proviene de ninguna ideología, ni de la razón, ni siquiera de la lógica. Ningún pensamiento nos dará lo que buscamos, ya que el espíritu está por encima de cualquier pensamiento.

Wahegurú, siendo como es, el creador de pensamientos, ¿qué pensamiento podría contenerlo? Tan solo su recuerdo, la recitación de su sagrado Nombre, será el hoyo en la arena de la playa que conseguirá liberar al ser humano de todo sufrimiento, de su karma negativo, y de su propia Maya, pero no por sus propios méritos, sino por el infinito amor del océano. De esa manera se consigue la comprensión y la sabiduría, no por la mente, sino por la experiencia del amor que somete incluso a la propia mente.  

Cuando el alma se sintoniza con el infinito, espontáneamente tiene que cantar, danzar, o recitar poesía… De esa manera, el silencio se hace canción, y el meditador ya no sabe qué es mejor, si callar o cantar, reír o llorar, beber o estar sediento. Una canción acompaña al bebé cuando sale del silencio del vientre materno, y una canción acompaña al moribundo antes del regresar al interior del útero de la Eternidad. En ese cantar del alma, algunos se dedican a declamar las virtudes del Señor, mientras otros no pueden ni siquiera recordar sus propios nombres.

Cuando los contrarios se juntan, el meditador acaba comprendiendo que el sol del espíritu creador siempre ha brillado en el corazón de la oscuridad, iluminando a los seres, haciéndolos transparentes, brillantes, divinos… Que la oscuridad es maya, ¡no existe! Que jamás ha existido fuera de nuestra mente, y que todo el universo y la creación es pura luz.

A la vera de Undécimo Gurú, el tiempo de la recitación se va extinguiendo, respetando el ritmo de las plegarias, hasta que los versos consagrados dejan su lugar al murmullo de los peregrinos que salen de nuevo del complejo religioso. Entonces el libro sagrado calla, cierra su cubierta, y es devuelto al lecho, donde será arropado con telas de vivos colores hasta el próximo amanecer. Mientras, la luna se refleja en las aguas trasparentes del lago que rodea el templete, y la oscuridad deja ver por fin las estrellas titilando en el cielo. En estos pacíficos momentos, la vida vuelve a su trajín, aunque muchos a mi alrededor prefieran detenerse y sentarse en silencio a buscar el silencio. Sin embargo, yo sé que el silencio no llegará, porque el espíritu que llevamos en nuestro interior no ha dejado de cantar el Mul Mantra, la canción del alma que se pasea por el exterior. Es aquí donde Dios me estaba esperando, y yo no lo sabía. Es aquí, desde lo más profundo de mi propio ser, desde donde puedo llegar a la cercanía de su Trono. Desde la más profunda oscuridad de mi interior, alcanzo el lugar donde todo es luz, el séptimo cielo. Desde este lugar, en la India, logro divisar Jerusalén. En el más recóndito silencio de mi mente, consigo escuchar mi espíritu recitando la sílaba OM. ¿Qué puedo decir cuando descubro que hasta el último átomo de mi ser está llamándote constantemente, oh Señor; cuando sé que lo que creo que es mío, siempre ha sido tuyo? ¿Qué palabras – me pregunto – podría yo decir para que mi mente no se separe nunca más de ti, y para que mis ojos no dejen de contemplar tu santo Rostro? ¿Qué hacer ahora que he descubierto que soy un sueño dentro de tu bendita mente; cuando lo soñado desea comunicarse con el soñador dentro del sueño? Tal vez la respuesta sea soñar con quien me sueña… y luego escribirlo en un libro para que otros también puedan escuchar tu canción, probar tu sabor y danzar por tu amor.

Por mucho que alguien rece y rece, quizás no sea escuchado. Por mucho que el hipócrita grite, no será entendido. Pero, si alguien canta la canción del silencio, habitará en las escalas musicales que se corresponden a los Siete Cielos, y descubrirá que todos los elementos te cantan a ti, o noble Gurú. Que los seres te cantan a ti, o ilustre Gobernador. Que las leyes te cantan a ti, oh Néctar de la inmortalidad. Que la vida te canta a ti, oh Dador de vida. Que los ángeles y los seres superiores te cantan a ti, oh Destructor de la ignorancia. Que los cielos y la tierra te cantan a ti, oh Señor de señores. Que los hombres y mujeres que han descubierto la pureza de su alma, te cantan y te alaban a ti en todo momento y en toda circunstancia… y luego guardan silencio. Así hacen los que practican meditación, los maestros espirituales y los que estudian las escrituras sagradas. Así hacen los corazones y las mentes disciplinadas, los que tienen los sentidos domesticados, los sabios, los que se inclinan y los que se postran ante ti, los hijos de buenas familias, los pacificadores y los limpios de corazón.

Aquellos que, en el progreso de la Octava Ascensión, reconocen su pureza esencial y se unen a Dios, se convierten en luces vivientes, ante los cuales toda la creación se inclina. Meditando en el Uno, se transforman en la corte real de lo divino. Fluyendo con el Dharma, el sufrimiento y el error se desvanecen, y el alma desemboca en el océano de virtudes que llevamos en nuestro interior. Fluyendo con el Dharma, el ciego recupera la vista y el paralítico se levanta de su silla para adorar a su Creador. Fluyendo con el Dharma, el orante habita en todas las mansiones del aprendizaje, y los golpes y los insultos de los demás ya no tocarán nunca más su verdadero ser. Fluyendo con el Dharma, no tendrá que buscar atajos para alcanzar la vida dentro de la vida. Fluyendo con el Dharma, los demonios no resistirán su compañía, encontrará las puertas de la liberación, y llevará consigo a todos sus seres queridos; porque se ha prometido que, en estos tiempos, si un solo ser humano alcanza la Octava Ascensión, toda la humanidad la alcanzará con él, beneficiándose de sus méritos.

Existen mundos y mundos por encima y por debajo de nosotros, aseguraba Gurú Nanak. Quien busca esos mundos, acabará cansándose. Pero quien te busca a ti, oh Señor, se unirá a ti y se hará uno contigo, cantando tus virtudes, tus nombres, tus cualidades y tus prodigios.

Más allá de todo precio, está el conocimiento divino. Más allá de todo precio, está el amor verdadero. Más allá de todo precio, está la servidumbre verdadera. Verdadero es el increado Maestro de la Creación. Verdadera es su misericordia y verdadera es su bondad. Verdadero es quien se sumerge en el silencio de la escucha y llega al lugar donde todo es música. La visión se aclara para quien escucha profundamente. El amor crece para quien escucha profundamente. Todos los aspectos de la divinidad se juntan para quien escucha profundamente. Los secretos se revelan para quien escucha profundamente. La inmortalidad pertenece a quien escucha profundamente… y luego canta.

Caminar de la oscuridad del ego a la luz del propio espíritu es lo que significa ser un Sij del Gurú. Comprender y domesticar la mente es lo que significa ser un Sij del Gurú. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, es lo que significa ser un Sij del Gurú…

Palabra de Dios.





martes, 11 de junio de 2019

La oración que Dios reza al ser humano.




"Querido hijo, te pido perdón por todas las veces que piensas que tengo que perdonarte. Querida hija, te pido perdón por todas las veces que alguien en mi nombre te ha dicho que eras menos importante para mí que tu hermano. Y os pido perdón a los dos por todos aquellos que, haciéndose pasar por mensajeros míos, os han dicho cómo teníais que vivir, cómo teníais que pensar y os impusieron reglas para excluir y repudiar a los que no vivieran o pensaran como vosotros. Quizás me equivoqué creyendo que la vida del ser humano sería sencilla. Quizás me equivoqué creyendo que os sería fácil dominar vuestros bajos instintos y poner a raya vuestros malos pensamientos. Os pido perdón, porque solo soy un humilde dios. Muchos os peleáis entre vosotros diciendo que creéis en mí, pero realmente fui yo quien creyó en vosotros, porque para crear, primero hay que creer, y yo creí que podríais ser felices… y lo sigo creyendo. Os hice semejantes a estrellas fugaces para que formaseis parte de mi sueño, pero no pensé que durante vuestro trayecto olvidaríais vuestra luz. Y que, con vuestra luz, también olvidaríais lo verdaderamente importante… que es que sois parte los unos de los otros, y que todos formáis parte de mí. Por eso os ruego que os procuréis el pan de cada día sin tener que robárselo a nadie, ni tampoco haciendo cosas que os avergüencen. Velad por vuestros semejantes y liberarme de la pesadísima carga de echarme la culpa de todos vuestros errores. Os suplico que no escuchéis a aquellos que pretenden hablar en mi nombre, enfrentándoos entre vosotros diciendo que únicamente estoy en tal o cual religión, o en tal o cual libro sagrado. Yo habito en vuestro corazón y os miro desde vuestro interior. Cuidad de vuestra tierra, que es la herencia que dejaréis a vuestros hijos, y yo me ocuparé del cielo, para que juntos algún día podamos hacer que el cielo sea también un lugar en la tierra. Y libradme del mal, porque librándome a mí, vosotros mismos estaréis a salvo de caer en el miedo, en la envidia o el rencor. Y por los siglos de los siglos, amen… Así, sin tilde."

https://www.amazon.es/Juicio-Espiritualidad-Manuel-Fern%C3%A1ndez-Mu%C3%B1oz/dp/8417044574

jueves, 11 de abril de 2019

Viaje a la India para aprender Meditación



"Cuenta una antigua tradición que existen lugares alrededor del mundo que nos están llamando… Dicen que a Jerusalén se va para rezar, a Nueva York para hacer negocios, pero a la India se viene para aprender a meditar. Posiblemente no haya otro lugar en la Tierra que guarde tan viva la práctica de la meditación como los ashram del país de los saris y de los turbantes, de los ídolos con cabeza de elefante y de los innumerables dioses de piel azul que nos miran sentados desde una flor de loto, con una pierna adelantada, dispuestos a levantarse rápidamente para venir en nuestro auxilio cuando los necesitemos." Viaje a la India para aprender Meditación.