miércoles, 10 de octubre de 2012

Mi Morada del Alma




Las desgracias de este mundo no pueden evitarse por el hecho de tener un anhelo místico y creer, pero siempre podemos danzar, cantar y girar de Amor por Él. 
Meditar es tener un momento de intimidad con Dios. Un instante donde nosotros callamos para poder oírlo a Él. Un lapso de tiempo en que nos acercamos a Su Bendita Presencia con las manos vacías. Un movimiento del alma que, cansada de tanta desdicha, busca su felicidad en el cielo. Un anhelo de lo creado por conocer a su Creador. Un suspiro que trasciende nuestra humanidad hasta llegar a tocar las puertas de la Realidad Divina. Un silencio que manifiesta una presencia, una presencia que se aniquila en la Ausencia.

Meditar es regresar al vientre de nuestra madre, donde nos sentíamos totalmente protegidos. Abandonarnos y postrarnos enteramente ante Sus Pies. Dejar todo lo que no es el Señor para que solo el Señor quede y, así, después de haber bebido del néctar del Amor, compartir los beneficios que junto a Él hemos encontrado.
Meditar es recordarle y olvidarnos del mundo. Justo lo contrario de lo que hacemos diariamente, cuando nos dejamos secuestrar por los trajines del mundo olvidando por el camino a nuestro Señor.
Meditar es decirle "te quiero" en la oscuridad de la mente, en la soledad de nuestra alcoba, en la profundidad de nuestro secreto que manifiesta su pasión en el cuerpo.
Meditar es buscar la inspiración que, si Él quiere, convertirá en Revelación.
Meditar es volver a casa y abrazarle.

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