martes, 15 de diciembre de 2015

Un Cuento de Navidad



Hace algunos años llegó un hombre a su casa muy temprano. Había estado trabajando toda la noche, era día de Navidad y quiso regresar a tiempo para despertar a su familia y que abrieran los regalos todos juntos. Despacito, metió la llave en la cerradura y, sin hacer ruido, fue de puntillas hasta el dormitorio de matrimonio y despertó a su mujer con un beso. Sin dejar de sonreírse, mientras ella se fue a la cocina a preparar chocolate caliente, el hombre entró en el dormitorio de sus dos hijos, sin embargo vio que había tres niños acostados en la cama. Pensando que el tercero sería el hijo de algún vecino, o algún compañero de clase de los niños, no le dio mayor importancia, despertó a los pequeños y se fueron juntos al salón, donde les esperaban los regalos. Al cabo de un rato, cuando vino la madre y vio al tercer niño, tampoco le dio importancia, pensando que sería el hijo de algún compañero de trabajo de su marido. Pero llegó el turno de abrir los regalos y debajo del árbol solamente había dos juguetes. El tercer niño, viendo que no había nada para él, comenzó a llorar desconsoladamente. El hombre y la mujer, mirándose sorprendidos, se agacharon y, abrazando al pequeño, le dijeron: - No te preocupes hijo mío, seguro que cuando llegues a tu casa, tendrás montones de regalos ¿Dónde están tus padres? – Pero el pequeño, sin dejar de llorar, contestó: - ¡Están en el Cielo! - Y antes de que  pudieran preguntarle nada más, se dio media vuelta, salió corriendo hacia la calle y desapareció. Mientras, los hijos de la familia, mirando desconcertados a sus padres, les dijeron: - Papá, mamá, ¿por qué no teníamos nada para él? Después de todo, hoy es su cumpleaños – Pero los padres, sin comprender nada, muy extrañados, les preguntaron: - ¿Conocíais a ese niño? ¿Quién era? – Entonces los pequeños, levantando sus bracitos, señalaron con el dedo el pesebre del portal de belén, donde la noche anterior habían dejado la figura del niño Jesús y ahora se encontraba vacío…

Enseñanzas:

Hace algunos días tuve un sueño. Soñé que llegaba la Navidad y, como es costumbre, mi mujer y yo adornábamos la casa con el árbol y el belén. Sin embargo algo andaba mal, porque en el sueño el pesebre estaba vacío y, por más que lo intentaba, no podía encontrar al niño Jesús por ninguna parte. Entonces me desperté aterrado para descubrir que no había sido un sueño, ya que, aunque en el belén seguía estando la figura de Jesús, en realidad, incluso en Navidad, él era el gran olvidado.
Si no estáis de acuerdo conmigo, mirad vuestra lista de regalos y decidme qué le tenéis preparado, al fin y al cabo, como dijeron los niños del cuento, es su cumpleaños, estamos aquí por él, aunque Jesús no desee oro, incienso, mirra, o un móvil nuevo, sino que intentemos ser mejores personas, más compasivas, bondadosas y decentes.
Desafortunadamente hoy hemos cambiado el recogimiento que debería acompañar estas fiestas por el consumo desmedido en que las hemos convertido. ¡Sin duda hemos acabado echándole del portal!
Todos compramos regalos y esperamos recibir otros a cambio, cuantos más caros mejor... de eso se encargan bien las grandes superficies y almacenes. Hemos tomado el papel de mendigos profesionales, que siempre están pidiendo cosas materiales, cuando deberíamos ser como los Reyes Magos, que siempre están dando, esforzándonos también por beneficiar a todos los seres, sobre todo en estas fechas, siguiendo el camino de Dios, aunque eso signifique abandonar nuestra patria, nuestro hogar y echarnos a los caminos, como hicieron ellos, en pos del sueño de encontrar al Mesías de los pobres nacido en Belén. No obstante, es más fácil olvidarnos de este sueño, darnos la vuelta en la cama, y seguir durmiendo.


domingo, 15 de noviembre de 2015





"Mientras meditaba bajo un árbol a la vera del Castillo del Lloro, a las afueras de Estambul, escuché al muecín cantando la llamada a la oración… pero yo no acudí porque ya estaba rezando. En mi interior, Dios también es grande, Inmenso, y no hay dios sino Él. Y en éstas, descubrí que en mi pecho también se ubicaba una mezquita, un templo, una iglesia, una sinagoga... un lugar sagrado donde también había que pasar descalzo, y así comencé un viaje interno en pos de poder entrar en ese lugar y tener ese encuentro" La Taberna del Derviche

El judaísmo me enseñó la belleza y la realidad de un Dios único al que buscar para poder adorar como es debido. De Jesús de Nazareth aprendí a mantener con ese buen Dios una relación íntima y personal que, por el hechizo del Amor, superaba todas las distancias entre criatura y Creador y podía llamar Padre. Del Islam aprendí a llevar una práctica espiritual constante, capaz de doblegar al ego. El sufismo me enseñó que Dios también se encontraba dentro de mí, además de fuera. Del hinduismo aprendí que Dios, aunque es Uno, se reparte entre todas sus criaturas, y que mira con los ojos de cualquiera de ellas. Y del budismo aprendí que, si quiero conocer a Dios, debo conocerme primero a mí mismo…

miércoles, 28 de octubre de 2015

Konya


Tras dos días de viaje cruzando Europa, y después de entrar en Asia, por fin he llegado al corazón de Anatolia y a la cuna del sufismo. Rezar aquí, en Konya, en la última morada de Mevlana Djalal al Din Rumi, gran maestro de derviches, era un sueño que rondaba mi alma desde que por primera vez vi a los giróvagos dar vueltas alrededor de sus corazones en la otrora mística ciudad de Aleppo, hoy arruinada por la locura humana.

Cada cofradía sufí guarda un método secreto para alcanzar la extinción con nuestro Creador, que incluye una determinada forma de invocación que va pasando de maestro a discípulo generación tras generación. En la cofradía de Djalal al Din Rumi, además del giro, los neófitos debían aprender a salmodiar diversos versos especiales del Sagrado Corán junto a las loas compuestas por el maestro, además de tocar el ney, el timbal y,sobre todo, practicar la renuncia al propio ego y a todo aquello que pudiera apartarles de sus obligaciones para con Dios.

Mevlana, como se conoce al maestro Rumi, significa sencillamente eso, maestro. Por tanto, todos aquellos que decidían seguirle eran conocidos como Mevlevis

Sus poesías, cargadas de infinita pasión, y su gran apertura espiritual, la cual no hacía distinción entre religiones, fue lo que le otorgó la supremacía entre cualquier otro maestro, más si tenemos en cuenta que también introdujo por primera vez la música dentro de las ceremonias espirituales en el mundo islámico como medio para alcanzar el éxtasis. 
Así, al compás del giro, la música tenía la capacidad de elevar al neófito a estados antes desconocidos incluso para los propios sufíes.

Tan impactante resultaba el giro y la melodía de los derviches, que solían ser invitados a los bimaristanes - antiguos manicomios - donde sus ceremonias, según se cuenta, hacían que los internos sanasen de su locura pero enfermasen de Amor.

"Ya no tengo leyes ni reglamentos, no tengo corazón ni religión que me ate. Solo Tú y yo permanecemos, sentados en la esquina de la riqueza en la pobreza. ¿Qué diferencia hay si termino rezando en una iglesia o en La Meca? Una vez que me he abandonado a mí mismo, ¿qué diferencia puede haber entre Unión y Separación?" Fakhr al-din 'Iraqi

Desde la mezquita de Aladdin, en el centro de la ciudad antigua, se puede divisar ya la cúpula verde que indica la ubicación del mausoleo de mi maestro al final de la avenida Mevlana. No sé cuántas veces habré soñado con ella, con poder verla con mis propios ojos, y ahora, unos metros más adelante, el sueño estaba por fin al alcance de mis manos.

Desde lejanas tierras, derviches de todas las cofradías han venido a este lugar a rendir homenaje a quien fue, es y será uno de los más grandes estandartes del sufismo de todos los tiempos. Y ahora yo mismo podía seguir sus pasos e inclinarme y postrarme donde ellos lo hicieron. Templar mi corazón entre los muros del monasterio donde mi escuela tuvo su origen y su centro.

El encanto de Djalal al Din impregna todos los rincones de esta ciudad, desde el sepulcro de Shams hasta el Museo Mevlana, que se enorgullece de la herencia de su hijo adoptivo y del legado de tiempos más prolijos para las ciencias del alma. Aquí está, levantándose hacia las estrellas, el minarete de su mezquita junto al domo verde turquesa de la tumba del ego, porque para entrar en Konya debes dejar el ego en la puerta, como hizo Sair Semi, un derviche muy humilde que vivió aquí hace unos 200 años y que, cuando murió, en 1884, sus vecinos le enterraron dentro del monasterio de Mevlana, junto a otros tantos santos, aunque él había insistido siempre que no era digno de merecer tan alto honor.
Así, a la mañana siguiente de haberle dado sepultura, su cuerpo apareció misteriosamente fuera del recinto.
Sin saber qué pensar, las autoridades de la época decidieron volver a enterrarle y pusieron una guardia para vigilar su tumba. Sin embargo, a la mañana siguiente, el cuerpo volvió a aparecer extramuros, justo en el mismo lugar del día anterior.
Convencidos ya del milagro, sus discípulos decidieron respetar por fin la última voluntad del maestro Sair Semi, enterrándole en el lugar en que había aparecido su cuerpo las dos veces, donde todavía hoy descansan sus restos y se puede ver el túmulo de su sepultura junto a la carretera, detrás de la mezquita mayor, como monumento a la humildad propia de los derviches 

Y es que la magia, el misterio y la emoción impregnan todos y cada uno de los rincones del antiguo monasterio, vagando entre las celdas de los antiguos neófitos, en el agua que corre de la fuente de abluciones y, por supuesto, en el sepulcro de Mevlana que, rodeado también de las tumbas de sus seguidores, descansa viendo cómo cientos de curiosos, turistas y peregrinos, pasan cada día frente a su tumba, cada uno dejando parte de la felicidad que traen y llevándose parte de la felicidad que aquí encuentran.

Más atrás, en la antigua sala de ceremonias, hoy convertida en museo, se exponen diversos ejemplares antiguos del Corán, junto con las ropas de los novicios y un pelo de la barba del Profeta Muhammad, custodiado en una caja de nácar, que es también otro centro de atención.

Los fieles, en una habitación a doble altura, pueden acceder a la mezquita que acoge las suplicas de quienes necesitan suplicar, pues el alma, a la vera de Mevlana, tiene que arrodillarse ante su Señor y llorar de amor y de emoción, porque un corazón adolorido es lo que quiere el Amigo.

Caminar después por entre el Jardín de los Espíritus hace que, de alguna forma, sientas la necesidad de descansar en este lugar, y no me refiero al descanso físico, sino al del alma, al descanso eterno, a la última morada del cuerpo cuando la mente ya ha entrado en el Gran Silencio y lo que queda tiene que ser tapado con una losa para que no huela.

Sin embargo, ahora debía prepararme para la ceremonia que algunos derviches iban a realizar esta noche, dentro de los jardines del museo, y que tendría lugar antes de la última oración… debía estar listo.

“Oh Amada llena de Luz Celestial. El sol, la luna y las estrellas no son nada comparadas contigo. Su luz es un reflejo de tu Luz. ¿Cómo entonces conformarme con otra cosa que no sea la fuente de la Luz? Sólo has dejado un camino abierto al enamorado. El resto del mundo es como la sombra que se pega a tus pies. Sólo una puerta hay que lleva hasta ti. ¡Ay de aquél que no desea fundirse contigo en el fuego de tu Amor! Pues sólo el Amor es el Camino, la Guía y la Protección. El Amor es el principio, el punto medio y el final. Mientras otros aman cualquier otra cosa, yo te amo solo a ti, sabiendo que esa enfermedad es mi cura y mi bendición" La Taberna del Derviche

El maestro Rumi pensaba que Dios es como un Bailarín cósmico que no deja de danzar, de dar vueltas. De ahí que todo el universo gire sobre sí mismo, los planetas alrededor del sol, la luna alrededor de la tierra, la sangre alrededor del corazón… porque de hecho es la consecuencia de la Danza del Señor.
Y, de la misma manera que el Bailarín es distinto de su danza, pero si Él se detiene, el baile cesaría y todos los mundos desaparecerían, la creación es distinta pero asimismo dependiente de Dios. Por tanto, cuando el derviche danza, intenta imitar al Bailarín del Universo, y en su giro las formas, los colores y todo lo externo desparece. Los límites del mundo de fuera se van borrando a medida que el derviche va girando y, por unos breves instantes, es capaz de sintonizar con el Alma del cosmos y ver el corazón de la creación, para derretirse en él, pues la única forma de subsistir es danzar con el Danzante y bailar su canción hasta el amanecer.

Luego, cuando vuelven, porque han sido capaces de juntar lo que antes parecía separado, su visión se muestra clara ante la realidad, que ya no diferencia entre causa y efecto, sino que todo es Él. Desde una estrella a una hormiga, todos son pasos de su baile.  

Así, con la magia de las noches de verano turcas, junto con las primeras estrellas del cielo, empezó a oírse el triste lamento del ney tocando el alma de los presentes como expresión de algo más profundo. Entonces los danzantes fueron saliendo, vistiendo sus largas faldas blancas y sus altos gorros, después se inclinaron ante el Sheij, que esperaba sobre una piel de cordero, y dirigieron sus manos al cielo, esperando el descenso de la bendición, de la Gracia para poder empezar a girar.

Pero antes se han abrazado a sí mismos. Antes han metido su barbilla en el pecho y han hecho una pregunta allí donde Dios habita, donde Dios puede escucharles, su propio corazón, pues han hecho de él un bendito templo para el Señor.

Mevlana decía: - Detrás de cada “Oh Señor” que exhalas, hay un “Aquí estoy” que no escuchas – Y no escuchamos porque no hemos aprendido a silenciar nuestras pasiones mundanas para dar rienda suelta a la única pasión en la que podemos fundirnos sin temor a equivocarnos. ¡El amor a Dios!

No escuchamos la voz de Dios porque el ego, cuando estamos sentados a la sombra, nos dice que vayamos al sol, y cambiamos de sitio. Y cuando estamos al sol, nos vuelve a decir que vayamos a la sombra, y así continuamente. Oyendo los coloquios de nuestro ego, hemos dejado de oír la Voz del Silencio.

Los derviches, sin embargo, antes de danzar, silencian todas sus pasiones, sus coloquios, sus dudas… y, acercándose a las puertas de la Realidad Divina, en voz muy bajita, formulan la pregunta: - ¿Quién soy yo para ti, oh Señor? – Entonces, como si de una suave brisa se tratara, llegará a ellos la respuesta como un susurro, algo que no puede decirse a viva voz. Dios les ha revelado: - Tú eres mi rosa, la flor más bella de mi Jardín. ¡Ven a mí! Mi Paraíso no está completo sin ti. – 
Y sólo cuando es oída Su Voz, el derviche tiene permiso para girar, abriendo sus manos como pétalos de flores, mostrando de esta forma la belleza de su ser que se le ha desvelado. Por eso gira de amor y por amor, exhalando su perfume al mundo entero. Lo “sin nombre”, nos ha dado un nuevo nombre. Lo “sin forma” puede ser adorado por la forma y así el Ser Mayor puede ser concebido por el ser menor.

Así, el derviche pierde toda referencia externa, teniendo como único puente entre su alma y el Alma del Universo, un corazón sangrante y doliente que se lamenta por la separación, quemándose en las calderas de su propio amor. 

"Un día el profeta Muhammad confió en privado a su primo Ali los secretos y misterios del Islam, el dolor por la separación de su alma con el Bienamado y el deseo de retornar a Él que quemaba sus entrañas. Al acabar, sin embargo, le advirtió que no divulgase nada de lo que le había dicho. Así, durante cuarenta jornadas, Ali cumplió su promesa, hasta que no pudo más. Un día, arrastrado por su estado espiritual, por la profunda impresión que le habían causado las palabras del Profeta, desapareció en plena naturaleza hasta que, por azar, encontró un pozo. Ali introdujo entonces su cabeza en él y gritó a las entrañas de la tierra, uno por uno, los misterios transmitidos por Muhammad, aquellos que estaban más cargados de tristeza y de pena, aquellos que habían conseguido derretirle el alma. De esta manera, Ali se liberó de aquel peso interior, pero lo cierto es que, al cabo de unos días, pudo verse una larga y solitaria caña que empezó a crecer desde el interior del pozo. Un joven pastor que pasaba por allí la cortó y fabricó con ella un ney, del que empezó a extraer las más bellas melodías jamás oídas anteriormente. La fama del joven neyzan llegó a oídos del propio Profeta, quien mandó que le presentaran al músico. Así, cuando Muhammad le oyó tocar, con lágrimas en los ojos, afirmó: “Las notas de este ney son la interpretación de los misterios sagrados que le transmití a Ali. Veo en su triste canto el dolor de mi propia alma y los secretos de mi propia religión.” Shams Al Din Ahmad Aflaki

Ante los ojos enjuagados en lágrimas de los asistentes, con la tumba del maestro como telón de fondo, una decena de derviches fueron danzando, elevando además el corazón de todos los que tuvimos la suerte de ser invitados, hacia un lugar y un estado que las palabras no pueden describir.

Cuando terminaron, mi mirada se quiso detener en una hermosa mujer que se sentaba a mi lado, de unos sesenta años, con los ojos increíblemente azules, a la que todos besaban la mano. Y supe que era Mrs. Esin Celebi Bayru, la 22ª tataranieta de Mevlana.
Por la Gracia de Dios había estado viendo la ceremonia junto a ella, al lado de la descendiente viva de mi maestro, justo aquí, en su tumba. Y no quise pasar por alto el poder besarle la mano mientras daba las gracias a Dios por hacer que todos mis sueños se hicieran realidad.

“Oh enamorado, que no dejas de volverte mientras te alejas. Remienda los jirones de tu corazón y sigue tu camino hacia otras tierras, a otros lugares donde nuevas aventuras te están esperando. Mientras el ego se alegra, el alma no para de llorar. ¡Oh bestia maldita, calla, no te rías, respeta mi dolor! Oh enamorado, consuélate, porque por fin has conocido a tu maestro. Mevlana irá ahora siempre contigo. Alégrate, oh peregrino, Konya es la tumba del ego y el resurgimiento del Amor, porque nadie que viene aquí a morir puede salir vivo” La Taberna del Derviche


jueves, 8 de octubre de 2015

Tu Otra Mitad



Cuenta el Zohar que, hace mucho tiempo, todos los seres vivíamos dentro del Alma de Dios, llamado también Jardín del Edén. Sin embargo, con el paso del tiempo, algunos espíritus se volvieron egoístas y Dios tuvo que crear un espejo de sí, un mundo aparte donde poder enseñar a estas almas el camino del amor. Así, cuando cada espíritu entraba en el mundo del espejo, tomaba posesión de un cuerpo. Pero como los cuerpos estaban divididos en dos mitades, masculino y femenino, el espíritu era separado también en dos. Por tanto, su destino en esta tierra era encontrar a su otra mitad, su ser-afín, para volver a ser uno y poder así recuperar el Paraíso. De esta manera, cuando alguien fallecía solo y subía al Cielo, como estaba incompleto, tenía que regresar una y otra vez a la tierra, porque Dios dispuso que solo encontrando a tu alma gemela puedes recordar cómo se ama, ya que la amarás a ella más que a ti mismo, recuperando la generosidad, por lo que todo lo tuyo, realmente es suyo, y porque vivir a su lado sería como reproducir aquel Paraíso celestial aquí en la tierra. Por tanto, para aprender a amar y a ser generosos, para poder volver a habitar en el Alma de Dios es que estamos aquí. Para reencontrarnos con nuestra otra mitad y estar completos. Tu otra mitad no es quien piensa igual que tú, ni quien te da siempre la razón, sino quien te completa y por quien darías gustoso la propia vida. En este periplo por la existencia, encontrar a nuestro ser-afín es encontrar el camino de vuelta a casa. Además, sabes que la has encontrado porque, estando junto a ella, sientes el deseo de ser mejor persona... 

"Amaos los unos a los otros como yo os he amado" Jesús de Nazareth. 

50 Cuentos Universales para Sanar tu Vida.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Los Jardines de Nunca Jamás







“Todos los niños crecen excepto uno” Así empieza la novela de J. M. Barrie, “Peter Pan y Wendy”
Con estas evocadoras palabras, el novelista escocés sumergió al mundo entero en el reino de hadas, donde los niños se niegan a crecer y pueden salir volando por las ventanas de sus cuartos para viajar al País de Nunca Jamás girando en la segunda estrella a la derecha y siguiendo todo recto hasta el amanecer.

Pero lo que muchos desconocen es que ese lugar, además de ubicarse en el firmamento de nuestra imaginación, más allá del Big Ben, también ocupa un lugar real, los Jardines de Kensington, en el mismo corazón de Londres, donde el escritor se inspiró para escribir esta obra, y donde, asegura, por las noches se pueden ver a decenas de hadas saliendo de sus escondites para realizar sus labores.

“Hay gente que dice que no cree en las hadas, pero si dijeron esto en los jardines de Kensington, seguramente lo hicieron delante de al menos una de ellas”

Aunque por el día suelen estar descansando, lo cierto es que hay numerosos testimonios de personas que aseguran haber percibido su aleteo con el rabillo del ojo mientras se hacían pasar por flores o se escondían entre los matorrales. Y es que Kensington Gardens es realmente un lugar mágico y encantador que se yergue en el corazón mismo de la capital británica. Su gran extensión, unida al lago Serpentine, y sus numerosos árboles y arrayanes, sin contar con las aves que anidan en los alrededores, componen el lugar ideal para hacer volar nuestra imaginación, como le sucedió a James Barrie. Y es que caminar por estos lugares, sobre todo por las inmediaciones de la estatua de Peter Pan, es como dar un paseo por los jardines de nuestra infancia, donde todo puede pasar. Los rumores del lago, el perfume de las flores y la espesura de los árboles y la vegetación están cargados de misterio. Así, si no estás atento, puedes meterte sin querer en un círculo de hadas y atravesar el tiempo, pues muchos son los que dicen haber entrado en el parque por la mañana y aparecieron a los tres o cuatro días sin saber qué había pasado ni dónde habían estado. Pero quizás, en lugar de haber entrado en un círculo de hadas, lo que sucedió es que tuvieron la suerte de escuchar la melodía de la flauta de pan de Peter, una Siringa con propiedades para elevar a los seres humanos a otros planos diferentes de consciencia.

Como sucede con Hyde Park, el parque anexo, antes de entrar en Kensington debemos, según nos recomendó Mary Poppins, acordarnos de hacer un poco de magia como en la película: pensar, guiñar los ojos, pestañear dos veces y saltar. Si no funciona lo mejor es usar la palabra mágica: supercalifragilisticoexpialidoso

Sin embargo, solo los corazones puros pueden reconocer a las hadas, y esto sucede solo porque ellas primero no te han percibido como su enemigo natural y han dejado que las veas.
Por eso los niños no tienen ninguna dificultad en jugar con ellas mientras los adultos, distraídos, hablan de fútbol, política o economía… todo lo que ciega los ojos y cierra el corazón.

“Es muy difícil saber algo del mundo de las hadas, pero lo que sí se sabe con toda seguridad es que hay hadas donde hay niños.”

James Barrie descubrió que el mundo de los niños y el de los adultos son excluyentes el uno del otro. Mientras la inocencia y la bondad son la llave del País de Nunca Jamás, el “yo” y lo “mío” son la entrada al mundo de la economía de mercados, de la corrupción del poder y de los esfuerzos de ciertos intereses oscuros por sojuzgar la libertad del ser humano para que dejemos de soñar y nos convirtamos en meros consumidores compulsivos.

Con la edad adulta nos hemos olvidado de reír, de nuestros pensamientos alegres, aquellos que, junto al polvo de hadas, nos hacían volar, y esa comunicación que antaño teníamos con los seres mágicos de nuestra imaginación se fue perdiendo entre la vorágine de colores que el mundo tecnológico nos ofrece.

Sin embargo, James Barrie, como Sir Arthur Conan Doyle y Harry Houdini, eran un “ni-lo-uno-ni-lo-otro” Es decir, niños que se perdieron en los Jardines de Kensington después de que cerraran las puertas para hacer un pacto con Peter y así no tener que crecer jamás. Por tanto, aunque sus cuerpos mostraban su edad aparente, sus corazones no podían mancharse con la oscuridad de este mundo, y por eso podían volar como los pájaros y reír con las hadas, porque no olvidaron sus pensamientos alegres, los que los elevaban por encima de Londres cuando saltaban por las ventanas de sus casas para llegar al País de Nunca Jamás, es decir aquí, a Kensington Garden.

“La razón por la que los pájaros vuelan y nosotros no, está en el hecho de que ellos tienen una fe ciega, porque tener fe significa tener alas.”

Y, aunque el cuento original se llamó “Peter Pan en los Jardines de Kensington”, algo más tarde, cuando James conoció a la familia Llewelyn Davies, fue cambiando poco a poco la historia auspiciado por el tiempo de juegos que pasaba con los cuatro chicos hasta completar la obra que todos conocemos.
Tanto amó este hombre el mundo de los niños, que cuando murió, cedió los derechos de su obra al Great Ormond Street Hospital, que fue el primer hospital para niños de Inglaterra, fundado en Londres en 1852

Pero lo que también resulta innegable es que el autor, cuya casa todavía se ubica en el número 100 de la calle Bayswater, justo frente a la entrada de los jardines y muy cerca de la estatua de Peter, creía firmemente que en este lugar se escondía la puerta al mundo de la fantasía, y que alguien atento podría, sin mayor esfuerzo, notar el aleteo de los seres mágicos volar a su alrededor.
Así escribió su cuento de niños dedicado a los adultos que, como él, se negaron a crecer. A todos los Niños Perdidos que todavía soñamos con Peter Pan y viajamos hasta aquí para poder encontrarnos con hadas a la vera de su estatua, donde también él mismo suele aparecerse.

"50 Cuentos Universales para Sanar tu Vida."

jueves, 24 de septiembre de 2015

50 CUENTOS UNIVERSALES PARA SANAR TU VIDA



"Hace tiempo escuché del venerable maestro Goenka-Ji que en cierta ocasión se le acercó un hombre y le dijo: - Señor, vengo a pedirle ayuda porque su monasterio corre peligro. El alcalde de la ciudad planea derribarlo y, si esto sucede, su elefante y sus monjes no tendrán adonde ir - Goenka, visiblemente desconcertado, respondió: - Amigo mío, se está usted equivocando de persona. Yo jamás he tenido un monasterio, ni un elefante... realmente no sé de qué me está hablando. - Pero el hombre insistió - Si, Goenka-Ji, su monasterio, sus monjes y su elefante - El maestro, sin comprender nada, volvió a responder: - Amigo mío, yo solo me dedico a impartir cursos de meditación y ni siquiera soy monje, ¿cómo podría tener un monasterio? - Pero el hombre seguía insistiendo: - Goenka-Ji, su monasterio, sus monjes, su elefante... - Entonces Goenka recordó que algunas nobles personas, sobre todo en la India, para luchar contra el apego al “yo” y a las cosas, tienen la costumbre de cambiar la palabra "mío" por "tuyo", y el pronombre "yo" por "tú". Por tanto, lo que aquel hombre realmente quería decir era que su monasterio, sus monjes y su elefante corrían peligro.

Cuando Goenka por fin lo comprendió, se entristeció al descubrir que incluso un monje podía ser víctima del apego a lo que le rodeaba, sin embargo a mí maravilló aquella práctica, cuya finalidad era la de ponernos en la piel de nuestros semejantes, cambiando nuestro ego y nuestras posesiones por las suyas, y acepté, contrariamente al maestro, que luchar por lo que es justo no tiene nada que ver con el apego, sino con la justicia... Yo no sé realmente qué sucedió al final con el monasterio, ni con los monjes, ni con el elefante, pero lo que sí sé es que cuando realizo esta técnica, mi punto de vista cambia y me siento más unido a todos mis semejantes, pues comprendo que comparto con ellos algo más que la vida." LA TABERNA DEL DERVICHE

Si te gustan los cuentos espirituales como éste, ya está a la venta mi nuevo libro "50 cuentos universales para sanar tu vida" Ediciones Cydonia. Disponible en librerías, grandes superficies como el Corte Ingles, Fnac, Casa del Libro y tiendas especializadas... Un soplo de aire fresco para el alma.


lunes, 7 de septiembre de 2015

La Mariposa y La Luna



Julia Butterfly Hill tenía veintitrés años cuando decidió salvar a Luna, una secuoya de sesenta metros de alto y más de quinientos años, subiéndose a una sus ramas, a cincuenta metros, para evitar así que la empresa maderera Pacific Lumber la talase junto a otros tantos árboles del bosque de Stanford, California.
Lo que en principio debía ser solo una o dos semanas, hasta que otra persona la relevase, llegó a durar dos años.
Desde pequeña, solían llamar a Julia con el sobrenombre butterfly, mariposa, porque en cierta ocasión, de camino a casa, una mariposa se le posó en el hombro, acompañándola durante un largo trayecto.
Quizás aquello fue el detonante para que esta joven comenzase a sentir una increíble conexión con la naturaleza, lo que la llevaba a dar cada vez más paseos por el bosque, a sentarse bajo cualquier árbol y a aficionarse a contemplar el cielo nocturno.
Mientras algunos de sus compañeros le suministraban comida y objetos de higiene básica desde abajo, subiéndoselos mediante poleas, otros, afines a los intereses de la maderera, le tiraban piedras y chorros de agua para hacerla caer, o la insultaban, amenazando a su familia y agrediendo a sus amigos. Todo para hacer que la pequeña mariposa dejase su rama del árbol.
Sin embargo, aunque al principio se la podía ver con unas zapatillas de deporte, por alguna mística razón, de un día para otro, Julia también las dejó caer. Ahora se sentía unida a la secuoya y no quería que un trozo de plástico, o cualquier otra cosa, impidiera esa conexión. Árbol y humano llegaron a fundirse en un solo ser, y ambos cuidaban el uno del otro.
A pesar del fuego intencionado que los secuaces de la empresa de maderas provocaron para obligar a Julia a bajar, todo fue en vano. La misión de la joven había trascendido su individualidad y ahora era un reflejo del espíritu de toda la humanidad que, como ella, abrazaba a la naturaleza buscando de nuevo aquel lugar que dejamos olvidado con el correr del mundo. El alma de Julia fue haciéndose cada vez más y más grande, albergando también al bosque entero. En su pecho podía sentir el latir del planeta, que ahora le hablaba directamente al corazón, y no comprendía cómo alguien podía pensar que, haciendo daño a la tierra, ese daño no repercutiría directamente también en los hijos de la tierra.
Al cabo de un tiempo, y a pesar de las maldades que había tenido que soportar por parte de la maderera, la empresa, decidida a lavar su imagen, se comprometió a respetar a Luna y a los otros árboles en sesenta metros a la redonda, y por fin la mariposa pudo bajar de su árbol.
No obstante, su lucha no ha terminado, y sigue formando parte de las sentadas para impedir la tala de árboles en norte américa, además de haber fundado la organización Circle of Life. Además, su obra, El Legado de Luna, ha servido para concienciar y emocionar a cientos de personas de todo el mundo, acercándonos así más a unos bosques que, gracias al sencillo aleteo de una pequeña mariposa, ya no nos parecen tan lejanos.


 “Una mariposa batiendo sus alas puede cambiar el mundo entero” Proverbio Chino

martes, 25 de agosto de 2015

Las Brujas de Ávalon y la Búsqueda del Grial



En el extremo oeste de Inglaterra se yergue desde tiempos inmemoriales la pequeña villa de Glastonbury, uno de los lugares más mágicos del planeta, morada de hadas, lugar de encuentro con el misterio y reducto imperecedero de la espiritualidad celta, que se encuentra presente aún hoy en toda la región.
Cuenta la leyenda que aquí terminó la historia del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda, cuya tumba, que ampara el cuerpo de un hombre de dos metros y medio de altura, junto al de una mujer de cabellos rubios, la Reina Ginebra, se puede visitar en las ruinas de la antiquísima Abadía del lugar.
Pero todo comenzó cuando José de Arimatea, el hombre justo que solicitó a Pilato el cuerpo de Jesús según las escrituras, fue acusado de robar su cadáver para hacer creer al pueblo que había resucitado, y por tanto enviado a la cárcel sin comida ni bebida para morir de inanición. Sin embargo, durante su encierro, Jesús se le aparecería milagrosamente para entregarle el Santo Grial, la Copa Sagrada que recogió su sangre, además de una oblea con la que mantenerse. Un alimento que, más que físico, era espiritual, pues confirió a este hombre, aparentemente normal, una posición superior a la de cualquier otro de los apóstoles.
Desde aquel momento, José de Arimatea se convertiría en el primer Custodio del Grial, de una sabiduría que debía transmitirse solamente a los que fueran merecedores de ella. El auténtico legado de Jesús de Nazareth que ahora se establecía en una sagrada asamblea de hombres y mujeres perfectos que se llamaría La Mesa del Grial, donde solo unos pocos, tras arduos esfuerzos por tratar de ser mejores personas, eran invitados.
Tiempo después, cuando José es liberado, huyendo de los enemigos de Cristo que también perseguían su muerte, se exiliaría llevando el Grial y el Evangelio Místico, no el credo paulista ni la visión que Pedro estableció en Roma, a Britania, concretamente a Glastonbury, donde fundó la primera iglesia cristiana esotérica.
Curiosamente, cuando san Agustín llegó a este lugar enviado para cristianizar a los paganos, encontró aquí una iglesia muy bien asentada y compleja a la cual no encontró explicación.
Es en Glastonbury donde, cuenta la tradición, José escondería la Copa, donde, como ya hemos dicho, se encuentra actualmente la tumba del Rey Arturo, y donde se ubicó también la mítica Isla de Ávalon, uno de los lugares más increíbles del planeta, en cuyas entrañas duerme el espíritu de Arturo presto para retornar cuando el mundo lo requiera.   
Como testigo milagroso de todos estos sucesos podemos encontrar el Espino Blanco, procedente del bastón que José de Arimatea clavó en el suelo al llegar a este lugar, y que solo crece en estas tierras, floreciendo únicamente en Pascua y Navidad.
Sigue contando la leyenda que José escondió el Grial en el pozo que hoy se encuentra a los pies del otero cercano a la abadía de Glastonbury, y que se puede ver dentro de los jardines de Chalice Weell, donde, según parece, las hadas protegen el misterio del Cáliz.
Dentro, el pozo de aguas ferrosas que resuenan como los latidos de un corazón sigue siendo causa de admiración por quienes creen que todo esto viene producido por la sangre de Cristo que contenía el Grial, mientras que, en la parte de atrás de Chalice Well, otra mágica fuente, White Spring, a la derecha del camino que conduce hacia la colina, ofrece aguas de color blanco que, mezcladas con las rojas del Pozo del Cáliz, tienen propiedades curativas.
El otero, que anteriormente estaba rodeado por las aguas y cubierto por la bruma, lo que le daba el aspecto de una isla, en realidad era la entrada al mundo mágico de las hadas, Annun, cuyo rey, Gwyn solía salir a pasear por las inmediaciones antes de que San Collen se encontrara con él y rociara el lugar con agua bendita, haciendo construir una iglesia en la cima de la colina para tapar la entrada al su reino.
Y, aunque la iglesia católica intentó durante décadas remover el recuerdo de los seres mágicos de este lugar, sin embargo la epopeya de Arturo asegura que su hermana, el hada Morgana, junto con algunas otras, trajeron el cuerpo del Rey hasta aquí montado en una barca para velarlo por siempre jamás.
Por otra parte, como las apariciones de seres de luz eran habituales en el otero, para ocultar el legado celta e imponer la visión católica, los monjes consagraron la iglesia a San Miguel Arcángel, haciendo creer a la población que los seres de luz que se aparecían sobre la colina eran ángeles. Sin embargo, el edificio fue sacudido por un extraño terremoto, construyendo no obstante en su lugar la hermosa torre que todavía hoy se puede ver para seguir tapando sin éxito la entrada al reino Astral.
Y hasta allí, al caer la noche, después de haber estado todo el día velando armas en la tumba del rey, quise subir para contemplar el anochecer y rezar a mi buen Dios de una manera que quizás antes, en esta región, jamás se haya visto, pues estoy seguro de que muy pocos son los derviches que han llegado hasta aquí.
Mientras el increíble color verde de la campiña de Somerset iba mudando su color, las decenas de almas que nos reuníamos al amparo de la torre en la cima de la colina, como si la caída del sol hubiese sido la señal para dar comienzo a nuestros rituales, cada uno fue haciendo lo que había venido a hacer.
Mientras yo me preparaba para inclinarme y postrarme ante la Inmensidad, una decena de mujeres se tapaban con capas oscuras y comenzaban a cantar extrañas melodías sentadas en círculo, amparadas por una vela, mientras otra preparaba alguna suerte de brebaje en un caldero que puso encima del fuego de la hoguera que previamente había encendido.
Así, cada quien rezó al Dios que conocía. Yo, a un Dios que no puede ser representado, pero que mi corazón conoce bien, y que me gusta llamar Padre, y ellas a la Naturaleza. Cada uno con respeto hacia el otro mientras venerábamos lo que nos movía el alma.
Y así pasó la noche, bajo un manto de estrellas como pocas veces he visto, sintiendo ellas por mí quizás la misma curiosidad al verme girar, danzar, postrarme e inclinarme, que yo por ellas cuando las veía salmodiar sus letanías y abrazarse junto al fuego. Hasta que por fin, bien entrada la noche, decidí regresar a la oscuridad del sendero para volver a bajar al valle, al calor de las sábanas de la cama del hotel y a la compañía de mi dulce esposa, guardando no obstante todas estas cosas en mi corazón. La imagen quizás de otros tiempos donde los espíritus de la roca, del río y de los árboles no guardaban silencio.
Ahora tan solo me queda soñar con el Grial mientras sigo el rumbo de mi viaje, de mi búsqueda interior. Quizás, como Perceval, Bors y Galahad yo consiga verlo algún día y, junto a Arturo, participar del él en la Mesa del Grial, al servicio del Rey Pescador, sin olvidar que, el secreto del Grial es que solamente puede encontrarlo quien ya no lo necesita… Por tanto, la búsqueda del Grial no terminará cuando encuentre el Grial, sino cuando sea capaz de hacerme Grial a mí mismo para dar de beber así a otros…

La Tumba del Rey Arturo




sábado, 25 de julio de 2015

Las Noches en Estambul



  

Paseo por los alrededores del Bósforo buscando el barrio de Eyub. A veces canto y bailo mientras alguna ancianita, cargada de arrugas, menea la cabeza bajo su pañuelo pensando que estoy ebrio... y lo cierto es que es verdad. He probado el vino del Amor y me he emborrachado ¿Cómo si no podría pasar las noches de ramadán en Estambul rodeado de tanta belleza? En algún lugar alguien llama a la oración y yo acudo ¿Cómo negarme a quien me invita a entrar al Paraíso? Bajo mi frente el cielo huele a alfombras turcas de mil nudos. Cuando salgo de la mezquita, el mundo ya no es el mismo, o soy yo quien ha cambiado. Decía un antiguo refrán sufí que si el viaje no te cambia no es un viaje.

En silencio, deshago mi camino cruzando la ciudad hasta Sultanahmed, lo que me da la oportunidad de pasar por decenas de tumbas de santos y derviches que se reparten por Estambul, algunos casi olvidados incluso por sus propios convecinos. Turquía, en esta época, es un hervidero de gente que se agolpa sobre todo en los parques frente a Aya Sophia, pero a esta hora de la noche todo está en calma y los cientos de personas que han  peregrinado hasta aquí, duermen a la vera de la Mezquita Azul esperando el canto del almuédano invitándoles a la oración más madrugadora. Todo el mundo duerme para el corazón que ha despertado.

Bordeando el Palacio de Topkapi, con la mente serena, bajo por el camino que lleva hacia mi hostal. La visión nocturna de los altos minaretes iluminados como agujas que rasgan el cielo nocturno es un canto para el alma y una increíble postal para el recuerdo. Sin embargo, en una de las esquinas que hace la acerca cuando se curva a la derecha, justo detrás de una papelera, la silueta de un niño pequeño, de unos seis o siete años, me hace estremecer el corazón. Acurrucado en la pared, tiene metida la barbilla en el pecho intentando conciliar el sueño.

Mi alma me empieza a hablar a gritos mientras sus ropas, harapientas, no me permiten continuar. - Tengo que hacer algo – recapacité, y sin pensármelo dos veces, saqué la chocolatina que tenía en el bolsillo y, mientras el pequeño abría los ojos, notando mi presencia, me agaché junto a él y se la ofrecí.
Sus ojos eran oscuros y tenía la cara llena de churretes. Debo confesar que tuve que hacer un terrible esfuerzo para no llorar y mostrar mi mejor sonrisa mientras sus manos, temblorosas y desconfiadas, cogían mi regalo. - ¿Qué haces durmiendo aquí? – Me atreví a preguntarle – My father finish in Siria – Dijo con voz entrecortada agachando de nuevo la cabeza, tratando de tragarse su dolor, mientras de sus ojos comenzaban a brotar unas lágrimas que intentaba disimular.

Tratando yo también de digerir aquella información, acaricié su cabecita y le di algún dinero, sin embargo, mientras me alejaba, mi alma no me dejaba de gritar, pero ¿qué podía hacer? En solo unos segundos mis pies habían bajado del cielo a la tierra recogidos a toda prisa por la terrible realidad del sufrimiento, de las lágrimas de un niño pequeño, del dolor de una víctima de la ignorancia humana, la cual consiente en matarse unos a los otros en aras de un Dios que ni siquiera conocen. Un Dios que, en realidad, estaba en ese niño pequeño que había tenido que huir de su país para no morir y ahora se deshacía llorando echado en una esquina junto al Palacio del Sultán. Pero curiosamente, nadie reconocía a este Dios, ni luchaba por Él, quizás porque este Dios no es conveniente a los intereses humanos, y sin embargo no hay más Dios que Él, y quien ve más dioses tiene un problema de visión y de amor.  

Arrastrado por mi conciencia, me metí en uno de los restaurantes que permanecían abiertos junto a mi hostal y compré dos kebab. Debo confesar que desandar mis pasos para volver a buscarle fue uno de los momentos más increíbles de mi viaje, donde me encontré a mí mismo, a la persona que quería llegar a ser, pudiendo sentir cómo mi corazón saltaba de alegría dentro del pecho mientras los ángeles me acompañaban en mi camino de regreso. Pero, de repente, un pensamiento me detuvo. ¡Quizás el pequeño ya no estaba allí! Quizás tan solo había sido una alucinación mía, un espejismo de mi alma… Y debo confesar que recé para que todo aquello hubiera sido un delirio de mi mente.

Caminé despacio hasta el recodo de la acera que escondía el lugar donde aquella criatura se había refugiado anteriormente, y deseando ver el hueco vacío, me asomé… pero el pequeño seguía allí. ¡No había sido una alucinación! A pesar de lo que piensen algunos, el dolor ajeno no es una ilusión. E, intentando digerir tantos sentimientos encontrados, disfrutamos juntos de la cena riendo mientras me decía que él era del Barça  y yo trataba de convencerle de que el Atlético de Madrid era mejor.

Cuando regresé al hostal aquella noche y llamé a mi mujer, ella me preguntó qué había estado haciendo todo el día. Yo le contesté: - He visto cómo es mi alma cuando está junto a Dios y ahora sé hacia dónde debo conducir mis pasos –

Quien tiene amor en su corazón, lo reparte a quienes le rodean. Quien tiene alegría en su mente, contagia esa alegría al mundo. Quien tiene bondad y compasión, no puede guardarla como el avaro su tesoro. ¡Qué riqueza es tener para poder dar!

Dicen que judíos, cristianos, musulmanes, blancos y negros, somos diferentes, sin embargo, en todos los lugares donde he estado, los niños quieren jugar, las madres se preocupan y los ancianos dan consejos. Por tanto, ¿qué es lo que nos diferencia? ¿Qué nos hace tan distintos para no poder sentir compasión por todos los seres que sufren y tratar de ayudarlos?

Mi religión se llama Amor y mi práctica es tratar de ver la Bondad que se esconde en todos los seres, porque en todos los seres mi Dios se oculta y se reparte. Por tanto, si hiciera daño a uno solo de ellos, aunque fuera el más pequeño, a Dios mismo estaría dañando y faltando al pilar fundamental de mi credo. Sé que esto no será entendido por muchos, pero es que ellos no siguen mi religión. Yo no sé lo que otros creen, pero sé que yo creo en el Amor. Al sordo le da igual que le hables a gritos y al ciego le da igual que le enseñes el Paraíso… pero al amor, solo una mirada le es suficiente.

 "Cerré mi boca y te hablé de mil maneras silenciosas." Djalal al Din Rumi.










miércoles, 22 de julio de 2015

Sair Semi




Konyali Sair Semi fue un derviche muy humilde que vivió en la ciudad de Konya hace unos 200 años. Pasó la mayor parte de su vida consagrado a Dios a través de la cofradía Mevlevi del maestro Rumi. Cuando murió, en 1884, tan elevada fue su estación espiritual, que sus vecinos decidieron enterrarle dentro del monasterio de Mevlana, junto a otros tantos santos, aunque él había insistido siempre que no era digno de merecer tan alto honor. Así, a la mañana siguiente de haberle dado sepultura, su cuerpo misteriosamente apareció fuera del recinto. Sin saber qué pensar, las autoridades de la época decidieron volver a enterrarle y pusieron una guardia para vigilar su tumba. Sin embargo, a la mañana siguiente, el cuerpo volvió a aparecer extramuros, justo en el mismo sitio que el día anterior, sin que nadie lo hubiese movido. Convencidos ya del milagro, sus discípulos decidieron respetar por fin la última voluntad del maestro Sair Semi, enterrándole en el lugar donde había aparecido su cuerpo las dos veces, donde todavía hoy descansan sus restos y se puede ver el túmulo de su sepultura como un monumento a la humildad propia de los derviches

jueves, 25 de junio de 2015

EL ARTE DE LA MEDITACIÓN


 
Como hace algunos años pensé que la idea de meditar era muy romántica, me eché los sueños a la espalda, hice las maletas y decidí viajar a la India más mágica para encontrar un viejo maestro en la cima de alguna montaña que me enseñara el arte de meditar, con barba larga, hábitos extravagantes, y capaz de hacer milagros.
Ya me imaginaba sentado en un oscuro templo rodeado de monjes sabios y misteriosos que se pasaban en voz baja, de uno a otro, los secretos de la creación.
Sin embargo, cuando llegué a la India, lo peor que me pudo pasar fue que encontré a un maestro de verdad, aunque no el que yo había imaginado.

Durmiendo cada día sobre esteras echadas en el suelo de cemento, tuve que cambiar la nívea blancura de aquella alta montaña de mis sueños por las sucias calles de Delhi, el silencio de los bosques por el ruido de los coches, el templo adornado con pan de oro por una vieja casa de paredes mal encaladas.

Además, cada día tenía que luchar contra las cucarachas, los chinches, los mosquitos y las pulgas con los que compartía habitación, los cuales tenían más derecho que yo por llevar más tiempo allí. Debía, además, extremar la precaución para no beber agua del grifo, tener prudencia a la hora de ir al baño y sobrevivir comiendo verduras hervidas con arroz sin que mi estómago dijera nada al respecto.

Las numerosas horas, sobre el cojín de meditación, hacían que mi espalda tuviera que soportar el peso del cuerpo y un intenso dolor me recorría la columna vertebral de arriba abajo.

No obstante, al cabo de un tiempo, cuando regresé a España, había dejado en la India todas mis ideas románticas acerca del arte de la meditación, pero me había traído conmigo una paz interior como jamás habría podido imaginar. Una luz en el alma que las palabras no pueden describir.

Así descubrí que realmente la meditación es el trabajo de los héroes, no el divertimento de los traficantes de milagros, ni el pasatiempo de los adictos a vestir sus egos con ropas de otras tierras.

Mi maestro no era un monje con viejos hábitos, sino un zapatero remendón cuya sola presencia hacía que mis lágrimas subieran del corazón hasta los ojos. Sin embargo, él había conseguido convertirse, a través de la bondad, en un maestro de vida, alguien que, sólo con su presencia, podía conducirte de un estado a otro superior.
 
Su práctica diaria era desear, de alma a alma, en silencio, paz y felicidad a todos aquellos con quien se cruzara, ya fueran buenos o malos, grandes o pequeños, lejanos o cercanos, visibles o invisibles.
 
Desear felicidad a todos los seres era algo tremendamente difícil para el ego, pero para el alma era como un soplo de aire fresco.

Cuando nos impartía sus enseñanzas, antes se postraba ante nosotros. Igualmente, si tenía que subirse a algún lugar para que todos le viéramos, primero nos pedía perdón. Justo en el instante en que le vi, me quedé prendado de él ¿cómo no hacerlo delante de alguien tan humilde? ¿Cómo no enamorarme de alguien así y seguirle a donde quiera que fuese?